Entre los amantes del peligro es habitual observar una baja actividad de un gen llamado DRD4, que es el encargado de hacer posible que se libere dopamina, por lo que es más difícil que estas personas experimenten el placer. INGIMAGE
Muchas personas tienen una adicción a las situaciones más arriesgadas y tras haber experimentado con ellas, ya no se conforman con las situaciones habituales y corrientes. En muchos casos, el cuerpo produce unos efectos similares a los que provoca el orgasmo, algo que se traduce con la dopamina. Esta es la hormona que liberamos cuando sentimos deseo y cuando se activa el placer, algo comparable a los efectos que siente la mente al tomar cocaína. Además, esta hormona da una energía adicional que consigue que tengamos menos hambre y sueño, por ejemplo, cuando vivimos un proceso de enamoramiento.
Entre los amantes del peligro es habitual observar una baja actividad de un gen llamado DRD4, que es el encargado de hacer posible que se libere dopamina, por lo que es más difícil que estas personas experimenten el placer. Al menos les es más difícil ante una situación cualquiera, ya que ante una experiencia extrema o en la que el sujeto se siente verdaderamente en peligro, sí liberan esta hormona que tanto envidiamos.
Los primeros síntomas de esta actitud suelen tener en el cerebro una particularidad: cuando el sujeto está ante una sensación de peligro, se activan las estructuras cerebrales que remiten a la satisfacción o a la recompensa.
Estas situaciones llevadas al extremo han constituido lo que en sociología se conoce como cultura del riesgo.
En ella viven las personas que se crean una necesidad por este ‘vivir al límite’, por la novedad y por las sensaciones únicas. Pero esto no solo afecta a las acciones puntuales de los sujetos, sino a su relación con todo su entorno, lo que puede llevar a problemas profesionales, económicos, personales y, en casi todos los casos, autodestructivos.
Sin embargo, esta conducta siempre arranca con una sensación de control, con la ilusión de que no acabará con nosotros. Esto demuestra que existe aversión por la rutina y el tedio pero también prueba que no conocemos nuestros límites, y es en este momento cuando la situación puede complicarse.