Pudiendo haberse extendido hasta el jueves 1° de noviembre, para deleite de millones de personas que gustan del beisbol, la Serie Mundial de este 2012 concluyó el domingo 28 de octubre.
Todo se debió a que los campeones de la Liga Nacional, los Gigantes de San Francisco, luego de estar dos veces contra la pared en los playoffs previos, en los primeros cuatro juegos -de siete posibles- de la Serie Mundial, dieron cuenta rápidamente de los poderosos Tigres de Detroit, campeones de la Liga Americana. Los "barrieron" pues, como se dice en el argot beisbolero del rival que no logra ganar un solo juego en una serie.
¿Por qué la Serie Mundial de 2012, pudiéndose haber ido a siete juegos, sólo fue de cuatro? ¿Por qué perdió, y por "barrida", el conjunto que parecía más poderoso, el de los Tigres de Detroit? Tan poderoso que a su vez, también en cuatro juegos, dio cuenta igualmente por barrida a los temibles Yankees de Nueva York, la franquicia deportiva más cara del mundo.
La explicación parece estar en los días de espera, no tanto de descanso, que tuvo Detroit, entre la fecha en que concluyó su serie de campeonato y el día en que inició la Serie Mundial, espera que fue de seis días.
Cada vez resulta más claro que los equipos de Grandes Ligas (y en general en el beisbol, desconozco si es igual en otros deportes) cuando descansan tres o más días -recuérdese que los Tigres descansaron seis- antes de ir a la Serie Mundial, llegan en desventaja, como fuera de práctica frente al rival. Y para ello no hay remedio posible, de nada sirve estar practicando todo el santo día mientras dura la espera.
Como que faltan las enormes dosis de adrenalina que se generan al jugar casi a diario. Téngase en cuenta que en las Grandes Ligas, en los 180 días que dura la temporada regular cada equipo juega 162 partidos, es decir, a razón de uno por cada 1.1 días. "Descansar" entonces seis días resulta mortal por necesidad.
Otro dato relevante en la Serie Mundial de 2012 fue el elevado número de peloteros latinoamericanos que en ella participaron. Fueron nueve venezolanos y otros tantos dominicanos, más un puertorriqueño. De mexicanos sólo tuvimos uno de ascendencia, Sergio Romo por los Gigantes, quien realizó magnífica labor como pitcher cerrador, muy valioso por los salvamentos que hizo para su equipo.
Pero los venezolanos se llevaron las palmas. Fueron los mejores de todos, así reconocido oficialmente, en especial tres: Pablo Sandoval, Marco Scútaro y Miguel Cabrera. "¡Gloria al bravo pueblo!", como dice su himno nacional.
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