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¿Por qué tanta omisión?

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Uno de los grandes problemas y por consecuencia retos que debemos enfrentar para asegurar la conservación de los recursos naturales del planeta, reside en conciliar el cuidado de la naturaleza con las actividades antrópicas, cuestión que en momentos se nos presenta como una contradicción irresoluble. Me refiero a Cuatrociénegas, donde parece que la reciente vida e historia humana se sobrepone sobre la milenaria vida e historia natural, subordinándola a su mezquino y cortoplacista interés.

Cada vez que referimos al deterioro ambiental, que en esencia no es otra cosa que el deterioro y pérdida de nuestros recursos naturales, surgen las voces palaciegas que reclaman la prioridad de atención sobre la vida humana, haciendo alegoría a la pobreza, o ahora a la inseguridad, fenómenos que están provocando la pérdida de congéneres; se hace una defensa de la especie cuando ésta no ha mostrado capacidad de ponerse de acuerdo porque en su corta estancia en la tierra se ha venido autodestruyendo mediante la competencia entre sí, peor que la que ocurre en las otras especies animales puesto que éstas la practican instintivamente por necesidad de sobrevivencia, mientras que la nuestra, basada en valores, no ha podido superar esa etapa instintiva por muy racional que se asuma.

Ciertamente, la pobreza responde a la forma desigual en que nos repartimos la riqueza natural y económica disponible o que generamos, donde la libertad económica no parece ser la opción histórica para reducir las diferencias sociales con respecto a nuestros pares, por tanto, la solución reside en valorar a éstos como parte de nuestra especie y dar el salto cualitativo en nuestra cultura racionalista donde los nuevos valores nos hagan incluyentes y no excluyamos a los que menos tienen. Pero este ejercicio dista mucho, quizá muchísimo tiempo, para que se comprenda y, desde luego, no será en esta época histórica donde domina el capitalismo, o al menos este tipo de capitalismo.

Igual sucede con la inseguridad que nos tiene a algunos preocupados y a otros aterrados, sobre todo a quienes somos "simples personas de a pie" y que no tenemos dinero, público o privado, para protegernos, como lo hacen los que sí lo tienen o pueden usar el que los ciudadanos les proporcionan, y aún así parece que siguen siendo vulnerables. Habrá gente a la que la presencia del ejército en las calles le dé una percepción de protección, quizá no siempre porque no están exentos de cometer excesos, pero ésa, desde luego, no es la solución a la tan compleja problemática de la inseguridad y violencia que vivimos en la medida que no atiende sus causas estructurales que residen en el anterior problema, ni tampoco lo es promover una política de desarrollo social que asigna recursos públicos para tener un mayor control de los ciudadanos; no es lo mismo una política de desarrollo social que de control social, esta última sólo permite administrar la pobreza sin resolverla.

Por lo anterior, diríamos que no es justificación argumentar que el cuidado de la naturaleza no constituye una prioridad en la agenda de los gobernantes y los ciudadanos, y no lo es porque quizá lo que debemos reflexionar es si las opciones que se están planteando y aplicando para atender la pobreza y la inseguridad son las adecuadas o suficientes, como tampoco lo es que nos desliguemos y actuemos por omisión ante el deterioro de los recursos naturales, que no es otra cosa que una forma de violencia contra la naturaleza, además, ésta nos da beneficios gratuitos con sólo cuidarla y ni eso hemos sabido apreciar.

Entonces, ¿por qué se permite que determinadas gentes o empresas hagan uso de esa violencia contra un patrimonio natural que se ha resguardado sin la presencia humana durante miles de años? Lo que sucede en Cuatrocienegas, la omisión gubernamental y ciudadana que ocurre frente a este valle y su riqueza natural, única en el planeta, es grave; por solidaridad con nuestra especie podríamos decir que no tan grave como las personas, principalmente jóvenes, que diariamente mueren en este demencial período que vivimos, pero por ello no menos importante y, sobre todo, menos difícil de solucionar, sólo hay que aplicar las medidas necesarias que pongan orden entre quienes no han entendido que existen otras formas de lucrar en la vida y no ésta que está provocando un daño irreversible a la naturaleza y la sociedad. Por ello decimos, ¿Por qué tanta omisión?

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