MANTÉN TU CEREBRO CON VIDA
Nuestros sentidos son los canales por los cuales el cerebro hace contacto con el mundo exterior. Nosotros hacemos uso, en primer lugar, de los sentidos de la visión y la audición porque nos ponen en contacto de inmediato con nuestro ambiente. Los sentidos restantes -olfato, gusto y tacto- son obviamente usados con menos frecuencia.
El cerebro tiene una enorme capacidad de respuesta ante la información visual. Es por lo que muchas experiencias diarias son causadas por el estímulo visual. En publicaciones, televisión y espectaculares se emplean asociaciones visuales para lograr provocar decisiones de compra.
En un mundo cada vez más acostumbrado a los productos envueltos la demanda de nuestros otros sentidos tales como el tacto y el olfato han disminuido. Un agudo sentido del olfato era vital para nuestros primeros pobladores que podían detectar a los animales o cuando iba a llover. El olfato era importante para asegurarse que los alimentos estuvieran en buen estado; y los doctores usaban su olfato para diagnosticar las enfermedades.
Aún cuando el rol del olfato ha disminuido en nuestra vida diaria, éste juega un importante papel en la memoria. Las asociaciones basadas en los olores persisten por mucho tiempo. Éste es el único sentido que tiene conexión con el sistema límbico que procesa y almacena los recuerdos. Es por lo que ciertos aromas, como el pan recién horneado, una esencia floral en particular estimulan la memoria de eventos pasados.
EL SEXTO SENTIDO ES LA EMOCIÓN
Los investigadores han encontrado que los circuitos para las emociones en el cerebro son tan manifiestos como los circuitos de los sentidos. Es también evidente que la habilidad para recordar algo depende de su contexto emocional, ya que el cerebro capta la información y la retiene si ésta contiene algún significado emotivo.
Las interacciones con las personas son importantes medios para obtener respuestas emocionales. Además ya que las situaciones sociales son generalmente impredecibles casi siempre resultan actividades no rutinarias. Se ha demostrado que las interacciones sociales en sí tienen efectos positivos en la salud de nuestro cerebro.
Desafortunadamente el ritmo y la estructura del mundo moderno ha reducido el número y la intensidad de nuestras interacciones sociales. La computadora y el Internet nos han aislado de algunos contactos personales.