LA NECESIDAD DE LA CORTESÍA
La cortesía es el respeto al prójimo; el sentimiento de la fraternidad humana: cuesta poco, casi nada, el ser cortés y sin embargo son enormes sus efectos: se hace amable la convivencia social. La delicadeza de trato es una condición indispensable para que podamos vivir sin fricciones.
La cortesía no es un conjunto de reglas y protocolos que hay que aprender de memoria: ceder el asiento, pedir las cosas por favor, agradecerlas, etc. La verdadera urbanidad surge de dentro, de la fraternidad y no tan sólo de la mera forma exterior. La cortesía exige no sólo evitar lo que desagrada a los otros, sino estar dispuesto para prestar siempre un servicio.
La vulgaridad lo está invadiendo todo. Hay que dar la voz de alarma antes que se nos haga imposible vivir en sociedad. En los espectáculos deportivos abundan públicos muy mal educados. Ya urge educar a los espectadores. La vida en los edificios de departamentos se ha vuelto muy conflictiva; paredes y pasillos sucios, vidrios rotos… Los buenos modales son lo único que puede hacernos tolerable la existencia con los demás.
Todos podemos adquirir buenas maneras si nos lo proponemos, cuesta un mínimo esfuerzo ser cortés, menos aun a los niños si se les acostumbra a ser parte de una generación de auténticos e intachables ciudadanos. Así que las cifras estadísticas de población crecen, la cruzada por la cortesía se vuelve urgente. Para convivir apretados, es preciso que pensemos en los demás. Quien respeta al próximo no necesita que le ordenen que no lo ofenda. Únicamente a la persona egoísta, tipo infantilizado, hay que enseñarle las reglas de urbanidad. Por el contrario, la persona madura espiritualmente acepta con gusto la convivencia y trata de hacerla fácil y amable sin amaneramientos y no tan sólo como una fórmula exterior.
Nótese que no se ha estado refiriendo a la etiqueta social; qué lugar de la mesa corresponde al anfitrión y cuál al más distinguido de los invitados o si se han de tomar los espárragos con la punta de los dedos. No sólo se trata del ABC de la rudimentaria cortesía, sino de la más precisa para un convivir en armonía.
Es tan bella la cortesía que nos confiere más distinción y elegancia que un broche de diamantes y es un lujo que está al alcance de todos.
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