Pocas cosas nos molesta tanto a los que vivimos en la mal llamada "provincia" que el dicho aquel de que "fuera de México todo es Cuautitlán". El coraje estriba primero en el sentido de superioridad de los capitalinos que se esconde detrás de este dicho; segundo en equiparar a todo el país con Cuautitlán, pues aunque para los defeños todos somos del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro; y tercero en que algo, muy poco, pero algo hay de razón en la diferencia que aún existente, entre la capital y el resto del país.
Pero si hay algo que confirma el dicho de que fuera del DF nomás no funciona es el PRD. Ayer por tercera vez consecutiva un perredista le entregó la estafeta a otro perredista en la ciudad de Méxcio, esto es, ligaron su cuarta sucesión con un éxito rotundo, pues no sólo han logrado mantener el poder, sino que cada elección lo hacen con mayor margen de votación; no sólo han construido clientelas, que cualquier gobierno mañoso y con recurso lo logra, sino ciudadanos satisfechos.
Cuando Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió en el primer jefe de gobierno electo de la Ciudad de México en 1997 recibió un Distrito Federal en franca crisis. No eran sólo las secuelas del terremoto de 1985 (ya para entonces habían pasado 12 años) lo que había minado el ejercicio de gobierno del PRI, sino que la ciudad se había vuelto ingobernable: criminalidad, desempleo, informalidad galopante, caos vial, desinversión, espacio público abandonado, etcétera eran la noticia cotidiana. Después de tres gobiernos seguidos de PRD hoy la ciudad de México es, otra vez, uno de los mejores lugares de país para vivir y una de las grandes capitales del mundo.
¿Qué le pasa al exitoso PRD en la capital que mal toca Cuautitlán y se vuelve un desastre? En todos los estados donde ha gobernado el partido del sol azteca los resultados han sido de malos a pésimos. Michoacán, el otro gran bastión perredista y más propiamente cardenista, lo entregaron en franco deterioro; Guerrero se les fue de las manos; Zacatecas no los aguantó más de un período y con resultados más que cuestionables. Una de las explicaciones podría venir en la diferencia entre los cuadros que el PRD tiene en el Distrito Federal y los que tiene allende Cuautitlán. Ciertamente la diferencia entre la izquierda universitaria de la Ciudad de México, de donde salieron cuadros como Rosario Robles (hoy en el gobierno de Peña Nieto) o Alejandro Encinas, y la izquierda rural más cercana al cardenismo y al agrarismo es abismal. Pero lo más importante ha sido la capacidad del PRD capitalino de abrirse a la sociedad mientras que en el resto del país la consigna es la división y el canibalismo.
Si el PRD quiere algún día gobernar este país tiene que aprender de sí mismo.