Las insistentes apariciones de Humberto Moreira en el escenario político coahuilense, por sí o a través de voceros que le son cercanos, confirma la certeza de que el exgobernador de cuestionada trayectoria, nunca se ha ido.
Después de ser expulsado de la presidencia nacional del CEN del PRI, la dirigencia de dicho partido en el Estado bajo el control de la familia Moreira, destapa a Humberto como candidato al Senado de la República, contra la opinión de la cúpula nacional priista que como tal abortó el intento.
Las razones son obvias. Humberto fue destituido por arribista, es decir, por haber trepado a la cúpula al margen de las reglas no escritas determinadas por la oligarquía del PRI y por haber llegado por vía de sorpresivo madruguete. El fraude de la megadeuda, proporcionó la justificación a la medida para defenestrar al intruso.
El exgobernador Moreira no tiene futuro en el escenario político nacional y por ello el día de las últimas elecciones federales el primero de julio pasado, aparece anunciando que vuelve a la política, pero a nivel local, como aspirante a la alcaldía de Saltillo, en un intento que constituye advertencia y tanteo.
En los siguientes días y hasta la fecha, Moreira reitera su pretensión y lo secundan su secretario personal y también quien fue y es su cómplice al legitimar la deuda como líder del Congreso, Fernando de las Fuentes. Por cierto, este último dice la verdad cuando asegura que Moreira nunca se ha ido.
Las apariciones de Moreira entrañan una contradicción, porque lo mismo se presenta como víctima de traición de sus subordinados, que relajado haciendo chiste de cualquier cosa. La apuesta del exgobernador es arriesgada, porque entre broma y veras continúa en su negativa de explicar el origen y destino de los recursos obtenidos del endeudamiento, lo que confirma que los gastó en su loca carrera hacia la cumbre priista y reviste su postura de cinismo.
Moreira supone que los ciudadanos somos idiotas. Confía en que la red de complicidades tejida con dinero público, que alcanza desde dirigentes sindicales hasta instituciones clave para la conservación del poder como el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Coahuila, resistirá la capacidad crítica y el castigo de los coahuilenses, que pueda traducirse en un revés electoral en su contra.
El tema de la deuda es de fácil memoria, porque el pago de los intereses carcome cada mes el bienestar de los coahuilenses y se traduce en falta de obra pública, deterioro en los servicios y parálisis del desarrollo. Además si bien es cierto que la deuda es asunto judicial, resulta irrelevante si Humberto falsificó de manera personal los documentos con los que se contrajo la deuda, puesto que como gobernante que en su momento fue, es el responsable histórico, administrativo y político de lo acontecido y de sus consecuencias.
Además los malos manejos y la pésima administración no son cosa del pasado, sino que la actual administración estatal y municipal sigue siendo deficitaria, está sobrecargada de gasto político y las corruptelas y el desorden siguen a la orden del día.
La alternativa de Humberto y del clan que encabeza, es clara. Ante el cierre de oportunidades a nivel nacional, su alternativa de supervivencia se reduce a mantener el poder a través de su hermano, seguir ocupando en forma secuencial y alterna posiciones en los principales municipios y en el Congreso de Coahuila, y en impulsar a un tercer miembro de la familia Moreira como próximo gobernador.
Para ello el Clan Moreira cuenta con el control absoluto sobre el PRI estatal y sobre el Instituto Electoral local y si todo eso falla, cuenta con el apoyo de Elba Esther Gordillo y hasta con el Partido Primero Coahuila que es su propiedad privada, y será utilizado como bote salvavidas en el peor de los naufragios.
Lo dicho no constituye ninguna exageración imaginativa, sino que corresponde a experiencia vivida y sufrida en los últimos seis años y medio. De los coahuilenses depende que nos sacudamos el lastre que lo anterior implica, o sigamos como estamos.