"La prohibición va más allá de los límites de la razón porque
Pretende controlar por legislación los apetitos de un hombre y
Hace crímenes de cosas
Que no son crímenes."
Abraham Lincoln
Éxico Unido contra la Delincuencia se ha unido a las voces que piden un cambio en la estrategia de la guerra contra el narcotráfico. Tras la conferencia "Drogas: un balance a un siglo de su prohibición" realizada en el Museo de Antropología de la ciudad de México, la organización pidió al gobierno del presidente Felipe Calderón que busque alternativas inmediatas a la actual estrategia que todos los indicadores señalan como un fracaso.
El Estado mexicano debe concentrarse en combatir crímenes que afecten a la sociedad, como secuestro, extorsión, robo o violencia familiar. El consumo de las drogas debe considerarse como un problema de salud pública.
La política contra las drogas debe ser soberana: esto es, no debe responder a lineamientos dictados desde los Estados Unidos. "No es responsabilidad de México actuar como el instrumento para detener el consumo y demanda en Estados Unidos."
Tanto México Unido contra la Delincuencia como otras organizaciones que se oponen a las actuales políticas de represión parten del supuesto de que las drogas son nocivas y que los gobiernos tienen una responsabilidad para tratar de reducir el consumo. Pero a 100 años del primer acuerdo internacional para prohibir el consumo de las drogas, el Convenio Internacional del Opio de 1912, y más de 40 años después de que el presidente estadounidense Richard Nixon lanzó su guerra contra el narco, no sólo no se ha reducido el consumo sino que ha aumentado. Pero además millones de personas han sido encarceladas por utilizar sustancias que no hacen daño a nadie más que a ellas y en países como el nuestro los esfuerzos contra el narco han generado una oleada de violencia que ha hecho que decenas de miles de personas sean asesinadas.
Uno pensaría que un esfuerzo de política pública que no solamente no ha cumplido con su objetivo de reducir el consumo después de 100 años, sino que ha tenido consecuencias colaterales devastadoras, debería ser objeto de cuando menos una revisión. Pero la resistencia de los gobiernos es extraordinaria.
Al parecer la guerra contra el narco es un dogma y no hay información posible que pueda llevar a un cambio de posición. O quizá hay grupos muy poderosos que impiden que se haga un cambio de fondo. Tanto los narcotraficantes, que se benefician de los inflados precios de la prohibición, como los comandantes de los cuerpos policiales, que reciben miles de millones de dólares de los contribuyentes para combatir las drogas, se benefician del sistema.
No deja de ser paradójico que un gobierno encabezado por un presidente a quien al parecer le gusta beber -que se vale- esté empeñado en mantener una política fallida contra el consumo de las drogas. La información disponible sugiere que el consumo del alcohol es más dañino que el de las drogas y, sin embargo, nadie quiere revivir el lamentable episodio de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos en la década de 1920.
Muchos personajes importantes han confesado haber utilizado drogas en su vida. Paul McCartney, el ex Beatle, lo acaba de hacer. En su momento también lo hicieron Bill Clinton, Barack Obama y Steve Jobs, el fundador de Apple. Millones de personas en el mundo han consumido drogas y, sin embargo, han tenido vidas satisfactorias y productivas. Si Obama hubiera sido detenido por su consumo de drogas, nunca habría sido presidente de su país.
Ha llegado el momento de cambiar una política que ha fallado tras un siglo de aplicación. Debe buscarse otra que sí reduzca el consumo y que no produzca un daño colateral tan grande como la prohibición.
CONDUCTAS
Independientemente de las consideraciones prácticas, hay un tema ético de fondo. ¿Tiene un gobierno derecho a prohibirle a un adulto conductas que sólo a él lo perjudican? Yo pienso que no.
Twitter: @sergiosarmient4
