Columna del Seminario Diocesano
Saber escuchar es saber convivir
Si volteamos a ver a los hombres y mujeres que están a nuestra izquierda y a nuestra derecha nos damos cuenta evidentemente que somos iguales como seres humanos y que tenemos muchas características en común que van más allá de la apariencia física. Otra cosa que es evidente es que cada uno tenemos nuestras peculiaridades, nuestra individualidad, nuestras facultades y disposiciones concretas.
Gracias a estos dos principios, nos damos cuenta, de que en el fondo de cada uno de nosotros palpita un sentimiento de solidaridad con los demás, un ansia radical de compañía, una conciencia de identidad esencial que no se siente hacia una planta o una piedra. "El hombre es para todo hombre algo familiar y querido" lo afirma Aristóteles en su ética Nicomaquea. Si el hombre fuera un ser solo, los cambios sociales no se harían sentir en él.
La sociabilidad es propia del hombre, y lo podemos constatar en el mundo infrahumano que es distinto. Por ejemplo en los animales se habla de "sociedad" donde el individuo sólo por instinto forma parte del grupo, sin embargo cuando el hombre se encuentra frente a alguien que tiene una opinión sobre él, que le conoce como hombre, que su respuesta no es limitada, que es capaz de responder de la misma manera que él, se da cuenta de que hay una clara reciprocidad.
El yo personal establece libre y responsablemente relaciones con los otros hombres, estas relaciones interpersonales forman la convivencia humana, por convivencia entendemos la relación entre dos vidas personales, donde siempre hay una que obra en otra, por ejemplo un padre con su hijo, o una relación de pareja.
Pero, qué pasa cuando decidimos ir en contra de nuestra naturaleza de ser social, cuando estamos solos por capricho, cuando somos individualistas y no pensamos en las personas que nos rodean, cuando no alimentamos la amistad, el amor, el compañerismo, mas aún, cuando estamos invadidos de soledad en medio de la gente, de nuestros compañeros de trabajo, en la escuela, en los centros comerciales, en la calle, en la familia, en las Iglesias, éste estar solos en medio de muchos es la soledad más cruel. Y la soledad es un estado en el cual no se puede sobrevivir por mucho tiempo.
La solución para contrarrestar la soledad es la comunicación, es poner en común con otro algo de mi ser, y recibir algo del otro. Comunicación significa expresar (sacar afuera lo que hay dentro) y requiere ser escuchado y comprendido.
Los medios que tenemos para comunicarnos son múltiples, puede ser a través de palabras, silencios, gestos, actitudes, estos recursos los empleamos diariamente, consciente e inconscientemente.
Pero sin duda alguna un elemento fundamental en la comunicación es el saber escuchar, y para esto es necesario guardar silencio, callar es propio de los sabios, ya que el silencio debería ser la síntesis de todas las palabras, incluso lo podemos ver con los enamorados que no necesitan pronunciar palabras para expresar el gran amor que se tienen. Este guardar silencio es básico para la escucha, un ejercicio al que no estamos acostumbrados, por diversos motivos, a veces porque no queremos escuchar palabras que nos comprometan, que afecten nuestros intereses o que nos saquen de nuestro ritmo cómodo de vida.
¿Estamos dispuestos a escuchar y a compartir esa parte de nuestro ser hacia los demás? Si es así, estamos muy cerca de encontrar un sentido a la vida, de dejar los vacíos existenciales que vamos experimentando y por consecuencia le podemos dar la bienvenida a una vida llena de relaciones interpersonales sólidas, de amistad verdadera y de amor auténtico, esto es un gran paso para cambiar nuestro mundo, y consiste en algo muy sencillo, seguir nuestra propia naturaleza.