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¿Punto de quiebre?

ALFONSO ZÁRATE

En las últimas semanas una variedad de acontecimientos le inyectaron color e intensidad a una campaña presidencial que parecía condenada al tedio de las batallas previamente ganadas. La enorme ventaja de Enrique Peña Nieto y el poderío de la maquinaria tricolor habían logrado fijar en la opinión pública la percepción del "ineludible" retorno del PRI a Los Pinos.

Una idea estadísticamente irrefutable que hoy, a 16 días de la jornada electoral, ha tenido que ser revisada para ceder espacio a la incertidumbre como ingrediente principal en toda contienda democrática.

Sería arriesgado anticipar un vuelco dramático en la intención del voto, pero sería igualmente insensato negar relevancia a las señales de un escenario inesperadamente dinámico: la irrupción de los jóvenes universitarios y su intensa actividad en las redes sociales contra la "manipulación informativa"; la reducción sistemática en los niveles de preferencia que mantuvo durante mucho tiempo Peña Nieto; la tendencia que ubica a López Obrador en el segundo lugar y la recuperación del discurso del "fraude" y el cuestionamiento a la autoridad electoral; las dificultades de Josefina Vázquez Mota para mantener el paso y evitar la caída del PAN al tercer sitio.

En esas condiciones llegaron los contendientes al segundo debate. Y en un clima de opinión, por lo demás, que empezaba a sentir los efectos de la propaganda agresiva, la "filtración" de escenas comprometedoras (charolazo en las Lomas para financiar "el cambio verdadero") y los procesos judiciales de alto impacto político-electoral (Yarrington, Hernández y los que faltan).

Malos presagios. El encuentro podía derivar muy fácilmente en torneo de lodo y golpeteo feroz. Para Josefina y Andrés Manuel representaba "la última oportunidad" de desfondar al tercero y colarse a la batalla con un "puntero" desinflado. Peña Nieto, por su parte, estaba obligado a desplegar una defensa inteligente sin dar protagonismo a López Obrador ni ofrecer flancos vulnerables a la carga ofensiva de Vázquez Mota.

Es posible, sin embargo, que estrategas y medios hayan generado demasiadas expectativas: el debate como "punto de quiebre", momento culminante y definitorio de una campaña. No suele ser así, salvo en situaciones de polarización extrema y competencia cerrada. De ahí que el resultado parezca anticlimático para quien esperaba tempestades, escándalo y nocaut. La guerra de lodo no tuvo lugar y es muy probable que el impacto en las preferencias electorales sea mínimo. En cualquier caso, pronto sabremos si la audiencia récord -alrededor de 25 millones de televidentes- se traduce en perturbaciones o ratifica las tendencias cultivadas a lo largo de meses.

Es posible, mientras tanto, hacer una lectura a botepronto de lo visto y oído el domingo pasado. Si tomamos en cuenta el objetivo estratégico de los candidatos: atraer a los "independientes" y, de ser posible, arrancar al adversario votantes indecisos, hubo dos ganadores: Andrés Manuel y Josefina. AMLO porque apostó a la moderación y la sensatez. Se vistió de oveja para contrarrestar la imagen del arrebatado. Sobrio y contenido, no dijo nada de "la mafia que nos robó el poder" ni aludió al "villano favorito" (Salinas de Gortari). Tampoco hizo referencia a las revelaciones de The Guardian sobre el gasto en comunicación de Peña. El problema es que estos mensajes contrastan con el griterío de los días anteriores (anticipo de fraude, descalificación del IFE), lo que perfila una estrategia (y un candidato) bipolar. ¿Cuál de los dos es el verdadero Andrés Manuel?

Josefina llegó dispuesta a echar su resto. No tenía otro camino y lo recorrió con seguridad. Insistió en señalar a Peña y AMLO como "las dos caras" de un mismo PRI, el autoritario o el populista. Vinculó a gobernadores priistas con el crimen organizado. Recordó que la gestión del mexiquense fue "la segunda más corrupta" en 2010 ("según Transparencia México") y reiteró la acusación por el "bloqueo" priista de las reformas política, laboral y energética.

En términos de golpeteo, agudeza y humor, se llevó la noche. Sin embargo, si alcanza y desborda a López Obrador no habrá más beneficiario que el priista. Si no repunta, el debate habrá sido una anécdota.

Las graves acusaciones de Josefina no tocaron a Peña Nieto. La "cercanía" con Arturo Montiel (la dedicatoria de una tesis como prueba incriminatoria) o la sombra del exgobernador Humberto Moreira ya no hacen mella. El efecto teflón parece galvanizar al puntero. Eludió el cerco sin despeinarse y cumplió el cometido de su estrategia: salir vivo del segundo debate con la sonrisa del próximo presidente.

@alfonsozarate

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario

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