El número de trabajadores informales en México llegó a 14 millones, casi el mismo número de trabajadores afilados al Seguro Social que está por debajo de los 15 millones. ¿Alguien sigue dudando que necesitamos una reforma laboral?
El crecimiento del mercado informal (que de informal no tienen nada más que la rabia de Hacienda) más que un problema en sí mismo es un síntoma de un mercado laboral totalmente distorsionado de nuestra economía. Los trabajadores informales no cotizan en el IMSS, no ahorran en el Infonavit, no pagan impuestos, pero todos los días van a trabajar, generan riqueza, reciben sueldo o son pequeños comerciantes. Algunos lo hacen en las calles de la ciudades, lo cual genera otro tipo de problemas urbanos, pero la mayoría lo hace en lugares preestablecidos o mercados. La informalidad representa una competencia desleal, pues no tiene una serie de costos que enfrenta cualquier empresa legalmente constituida, pero no es cierto que no paguen impuestos: el año pasado el impuesto a los depósitos en efectivo, que la mayoría viene de este tipo de comerciantes, representaron ya más de 8 mil millones de pesos, muy poco para 14 millones, pero no son despreciables.
La única forma de acabar con eso que llamamos informalidad, pero sobre todo de hacer un sistema laboral justo para todos, es quitarle al empleo la carga social. Esto es, necesitamos un sistema de seguridad social que no esté colgado de la nómina. Santiago Levy propuso la creación de lo que él llama un "piso mínimo", esto es, que todos los mexicanos por el hecho de serlo tengan cobertura de salud y educación. Este costo tendría que salir necesariamente de los impuestos, no hay vuelta de hoja. Levy ha propuesto que sea a través del IVA y hasta ahora nadie a revirado con algo mejor o distinto.
Flexibilizar el empleo no significa anular los derechos de los trabajadores, al contrario, lo que se requiere es abrir el sistema para que esos mal llamados informales tengan acceso a la seguridad social, y para que el outsourcing deje de ser una negocio de evasión de impuestos y responsabilidades patronales. No podemos plantearnos una reforma laboral seria sin que vaya de la mano de un cambio radical en el sistema de seguridad social. Tampoco se va a lograr mientras los partidos y los políticos le sigan teniendo pavor a los sindicatos monopólicos de gobierno.
Hay que discutir qué reforma laboral queremos. Esta es una de las grandes taras de nuestra economía y una de las grandes injusticias de nuestro sistema social. No podemos seguir con un empleo informal galopante y un empleo formal simulado y atascado porque los políticos le tienen miedo a cinco sindicatos. Cuando en México comenzó a discutirse la necesidad de hacer una reforma laboral el empleo informal era la mitad del formal; hoy ya están en el mismo nivel. ¿Qué esperamos?