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¡Que vuelvan nuestros ríos!

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

A partir del descubrimiento de la agricultura y del inicio de la sedentarización de las poblaciones humanas, hace poco más de diez mil años cambió significativamente el rol de nuestra especie en la Tierra cuando su vida modifica la forma de ocupación de los espacios físicos y de proveerse alimentos.

Los grupos nómadas que se desplazaban de un lugar a otro a lo más que llegaban es a ocupar un territorio en que establecían una forma de dominio que les asegurara la provisión de los alimentos que recolectaban, cazaban o pescaban, pero con la domesticación de plantas y la generación de excedentes económicos que les aseguraban la provisión de cereales y otros productos agrícolas, se fueron estableciendo en asentamientos en los que perduraban períodos más largos de tiempo.

Ambos procesos significaron una transformación en la relación de la especie humana con el medio en que se desenvolvía, y su multiplicación demandó de manera creciente una mayor cantidad de alimentos, por lo que requirió otros espacios donde cultivar, pastar ganado y vivir, hasta conformar las llamadas ciudades-estado que concentraron grandes núcleos de población en los que operó una división del trabajo entre agricultores y pastores, artesanos, guerreros, sacerdotes y gobernantes.

Un rasgo distintivo de este cambio con el que se transitó de la barbarie a la civilización, fue que esos asentamientos se formaron en sitios donde llovía lo suficiente como para asegurar los ciclos vegetativos de las plantas domesticadas, pero también, cerca de donde fluían escurrimientos o se formaban zonas lacustres que les aseguraban el suministro de agua para abastecer a esas poblaciones, así como para la irrigación de las aéreas agrícolas que les proveían de sus alimentos y otros productos no alimenticios.

De esa manera surgieron civilizaciones importantes como Mesopotamia en torno a los ríos Tigris y Eufrates, los egipcios en torno al Nilo, y otras en zonas remotas como China y la India cuyos territorios son atravesados por grandes ríos, o en Mesoamérica donde surgen civilizaciones prehispánicas en torno a la zona lacustre del Valle de México, por mencionar algunos casos.

Sin embargo, a pesar de que en tales sitios se llegaron a asentar grandes conglomerados humanos, la relación que estos establecieron con el ambiente no implicó disturbarlo, destruir los principales ecosistemas en que se sustentaba; con suma sabiduría y considerando que toda ocupación humana de espacios físicos y el uso de los recursos ahí disponibles implica una alteración en las funciones y procesos ecológicos que rigen a dichos ecosistemas, en esos albores de la civilización se conformaron cosmovisiones que permitieron, dentro de lo posible, una relación armónica con ese entorno, particularmente con los cuerpos de agua dulce que desempeñaban una función clave en el desarrollo de tales poblaciones humanas.

Con el tiempo, esa sabiduría se fue perdiendo al subordinar dichas cosmovisiones al interés de lucrar con los recursos naturales; las sociedades modernas se basaron en la explotación desmedida de estos recursos, surgiendo una contradicción que parece irresoluble entre crecimiento económico y conservación de la naturaleza. Así como los otrora suelos fértiles, los flujos de agua quedaron sepultados bajo el concreto de las construcciones urbanas y canales de regadío, donde cursaban los ríos su represamiento los convirtió en lechos secos depositarios de otros desechos humanos, se cambiaron sus escurrimientos naturales y se dejaron de recargar los cuerpos de agua subterránea.

Si reflexionamos un poco la descripción anterior no nos es ajena a los laguneros, quienes conformamos una joven población que se asentó en torno a dos ríos hermanos, el Nazas y Aguanaval, de los cuales ha extraído agua para soportar el rápido crecimiento económico que logró en apenas dos centurias, pero también a los que ha deteriorado al sobreexplotar el agua y destruir los valores escénicos que aquel paisaje que cotidianamente deleitaba a la gente, mismo que hoy solo podemos ver en breves tramos aislados como el Cañón de Fernández, sitio que cuando lo conocen algunos laguneros no creen que sea parte de esta región.

Todas estas alteraciones ambientales, que desde luego no solo son propias de La Laguna, han generado un movimiento que ocurre en otras naciones o lugares del planeta y que el pasado 8 de Julio se expresó en un acto simbólico al que se llamó "picnic en el río", mediante el cual organismos urbanistas y ambientalistas acuden a algún sitio que refleja el deterioro de nuestros ríos, o más bien, donde existieron nuestros ríos porque ya se perdieron o queda poco de ellos.

Tal reclamo ciudadano no es otra cuestión que la demanda por recuperar esos ríos, por reorientar el desarrollo de esos lugares hacia el camino de la sustentabilidad, por replantearse los valores culturales que nos rigen de manera dominante basados en el lucro y este a su vez en la sobreexplotación de los recursos naturales, hacia otros sostenidos en el respeto a la naturaleza y la solidaridad humana.

Por todas estas y otras muchas más razones, la coalición de grupos civiles locales que se expresa en torno a Encuentro Ciudadano Lagunero, organizamos una réplica de ese acto de protesta que en otros lugares del planeta realizaron hace quince días otros ciudadanos que compartimos la misma preocupación, por ello acude y exprésate en un sitio que simbolice la pérdida del Río Nazas, en Boulevard Río Nazas y Calle Cobián, este próximo sábado 21 de Julio, acude a partir de las 9 de la mañana pensando en que nos devuelvan nuestros ríos.

encuentrociudadanolagunero@googlegroups.com

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