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Quién dice que es tiempo perdido

CONTEXTO LAGUNERO

Juan Manuel González

Sentarse sobre un cojín en el suelo, con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas, con los ojos cerrados y haciendo nada, sino solamente respirar durante 20 minutos. La gente dice que la parte más difícil para meditar, es encontrar el tiempo para hacerlo. Lo anterior tiene sentido, ¿quién en estos días tiene tiempo para estar sin hacer nada? Realmente es difícil hacer nada.

La meditación nos da muchos beneficios: refresca nuestra mente, nos ayuda a comprender mejor lo que nos pasa, nos hace más prudentes y sensatos, nos ayuda a sobrellevar el estrés en este mundo con sobrecargas de información y comunicaciones. Pero si usted trata de justificar laboralmente el tiempo que invierte en meditar en el trabajo, aquí está el mejor argumento: ¡¡la meditación nos hace más productivos!!

La meditación nos hace más productivos, porque aumenta nuestra capacidad de resistir nuestros impulsos distractivos, los que nos roban la atención a lo verdaderamente importante. Las investigaciones al respecto revelan que la habilidad para resistirse a reaccionar por impulso, aumenta nuestra capacidad para relacionarnos con los demás, nos da autoconfianza y mejora nuestro desempeño en general. El hecho de saber resistirse a los impulsos, nos da habilidad para tomar mejores y más razonadas decisiones; además nos permite ser mejores intencionados en lo que decimos y en la forma en que lo decimos, porque nos hace pensar en el posible resultado de nuestras acciones, antes de realizarlas.

Además de todo lo anterior, nuestra habilidad para resistir un impulso, determina nuestro éxito para aprender un nuevo comportamiento y para desarrollar o cambiar un hábito. Probablemente el saber resistir a actuar por impulso es una de las más importantes habilidades para nuestro crecimiento y desarrollo, es una de las habilidades que la meditación enseña, pero al mismo tiempo, es una de las más difíciles de aprender.

Cuando uno se sienta a meditar relajándose cada vez más con cada respiración, dejando que todos los asuntos fluyan dejando nuestra mente en blanco y vacía, sólo queda el flujo de nuestra respiración y nuestro cuerpo se siente en paz, lleno de gozo y felicidad.

Cuando empezamos a meditar, mientras intentamos vaciar nuestra mente entre una y otra respiración, los impulsos distractivos empiezan a aparecer: nos da comezón en la cara y queremos rascarnos, se nos ocurren cosas relacionadas con nuestros asuntos "urgentes" y queremos interrumpir nuestra meditación para atenderlos, nos acordamos de las llamadas telefónicas que tenemos pendientes de hacer y queremos llamar de inmediato, nos percatamos de que el tiempo pasa y que tenemos muchos pendientes como para perder un minuto y de repente nos preguntamos ¿Qué estoy haciendo aquí sentado? Queremos abrir nuestros ojos para darnos cuenta en el reloj de los minutos valiosos que se nos han ido. Escuchamos a nuestros hijos discutir y queremos interrumpir nuestra meditación para intervenir. Aquí es en donde está el secreto: quisiéramos hacer todo eso que se nos estuvo viniendo a la mente, ¡pero no lo hacemos! En lugar de ello, cada vez que un pensamiento aparece, volvemos a hacer que nuestra mente se concentre en nuestra respiración.

La meditación nos enseña a resistir las ganas contra-productivas de hacer algo sólo por impulso. Y cuando notamos que es más fácil y más confiable crear un ambiente que apoya el logro de nuestras metas, en lugar de depender sólo de la fuerza de voluntad, nos damos cuenta del auto-control que nos da la meditación.

El auto-control que nos da la meditación se refleja en nuestro comportamiento. Cuando un empleado comete un error y nos da el impulso de querer gritarle, pero no lo hacemos porque nos percatamos de que lo mejor -para él y para la moral del grupo- es hacerle algunas preguntas y hablar del error de manera racional y gentil. O cuando queremos espetarle algo a alguien en una junta de trabajo, pero nos abstenemos de ello porque sentimos que es mejor escuchar atentamente lo que nos está diciendo. O cuando queremos comprar o vender algo basándonos solo en nuestras emociones y preferimos en cambio, fundamentar nuestra acción en algo racional y bien pensado, o cuando queremos estar revisando nuestro correo electrónico a cada rato, para ver que llegó, pero en lugar de ello nos concentramos en el trabajo que estamos haciendo.

El meditar a diario nos permite ejercitar el músculo de la fuerza de voluntad, nuestros impulsos no desaparecerán, pero estaremos mejor preparados para manejarlos y experimentaremos que los impulsos son solamente una sugestión y que nosotros estamos en control de ello. Esto no significa que nunca debamos actuar por impulso, claro que no. Los impulsos nos dan información valiosa, si sentimos hambre, es una buena seña de que necesitamos comer, pero también puede ser un indicador de que estamos aburridos o enfrentándonos a un trabajo difícil. La meditación nos da la oportunidad de practicar para desarrollar fuerza sobre nuestros impulsos para poder decidir sensatamente cuáles de ellos seguir y cuáles dejar que pasen de largo.

Si somos principiantes en la meditación, ¿Cómo le hacemos? Es muy simple: siéntese en una silla o cojín y ponga su espalda recta para que su respiración sea cómoda. Ponga una alarma que le indique cuando ya pasó el tiempo asignado para meditar, quince, veinte o treinta minutos. Cierre sus ojos, relájese y no se mueva, únicamente respire hasta que la alarma se active. Enfóquese en su respiración inhalando y exhalando. Cada vez que un pensamiento venga a su mente, déjelo de lado y vuelva a concentrarse en su respiración.

Adquiera los beneficios de la meditación. ¿Quién dice que meditar es tiempo perdido?

jgonzalez2001@hotmail.com

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