El proceso de descomposición social en el que los mexicanos nos vimos envueltos desde los meses finales del sexenio de Vicente Fox y durante toda la administración ya casi extinta de Felipe Calderón Hinojosa, tiene por supuesto muchas explicaciones de todo tipo.
La pobreza y la falta de oportunidades es esgrimida como una de las razones principales por las que se dice que los jóvenes ahora son "carne de cañón" para ser captados por el crimen organizado, y que por ello es interminable el número de individuos que opta por la vía fácil del dinero y no les importa convertirse en sicarios o desarrollar función alguna relacionada con estas actividades ilícitas.
Sin dejar de lado el peso específico a la explicación señalada líneas arriba, la realidad del entorno mexicano es mucho más compleja que solamente responsabilizar al Gobierno, porque evidentemente existe una gran mayoría de compatriotas que viven en pobreza o peor aún, en pobreza extrema. Pero esto no es explicación suficiente.
Por más cuentos que hagan políticos oportunistas y mezquinos, que la pobreza es la raíz de todo (que por supuesto mucho tiene que ver), hay más razones, desde sociológicas, culturales, y hasta geográficas que también han contribuido a que la paz se haya perdido y que hoy el ciudadano de a pie esté a merced del hampa en general, no se diga de mafiosos de calado considerable.
Ahondando en el tema sociológico, es una realidad que por décadas los mexicanos nunca hemos estado acostumbrados a observar la ley. Existe una especie de doble moral colectiva de que para terceros todo mundo exige la aplicación de las normas, pero cuando el asunto recae en uno, casi siempre se está dispuesto a encontrar salidas distintas a las que marcan las reglas.
Con ese escenario, al conjugarse la circunstancia de ser vecino del país con mayor demanda de enervantes y pastas psicotrópicas, la perenne pobreza y la total tolerancia a la corrupción rampante, se convirtió México en campo fértil para tomar el camino que por desgracia le tocó padecer a Colombia en los años noventa.
Todo esta descripción viene a cuento porque esta semana se da a conocer que la ciudad de Torreón requiere nada menos que 800 policías más de los que se tienen ahora, que son 857 elementos, para poder contar con un cuerpo preventivo municipal que se apegue a los estándares de organismos internacionales recomiendan.
El problema de todo esto en voz del director de la corporación, teniente Adelaido Flores, es que simplemente en la ciudad no hay suficientes interesados en convertirse en gendarmes. Incluso, este año se han tenido 70 deserciones.
El motivo principal de que no se pueda alcanzar la cifra de agentes recomendados, fundamentalmente se centra en la violencia y asesinatos que se han perpetrado en contra de estos policías, además que las remuneraciones no son los suficientemente atractivas como para que quien busque un empleo, considere a la Policía como una opción.
Estas circunstancias hacen que actualmente cada semana se reciba en promedio 25 solicitudes de ingreso, pero sólo el 40 por ciento de las mismas concluye el proceso para ingresar como miembros activos, por lo que la captación es de alrededor de 10 personas por semana.
Con este ritmo de reclutamiento, se requiere de más de un año y medio para completar el número de personal que se necesita para la Policía, suponiendo que no hubiera ninguna baja en ese tiempo.
Necia realidad siempre nos alcanza. Torreón está lleno de problemas, la violencia e inseguridad debe ser lo más grave, pero si a eso se le agrega una administración municipal que deja mucho qué desear y que sus arcas están totalmente saqueadas, de la misma manera como se encuentra la Tesorería del Gobierno del Estado de Coahuila, es natural que casi nadie se quiera meter a policía.
Es que como han sido las cosas aquí ¿quién le entra?
PRECISIONES
La semana pasada en este espacio vertí mi punto de vista sobre el asunto de la elección presidencial y las tarjetas de Soriana. En unas líneas expresé como berrinche y sainete lo que está haciendo López Obrador luego de su derrota.
Un correo que recibí me explicaba que más allá de que reconociera o no el resultado, lo importante de la empresa de AMLO era además de lo que dice buscar, que es anular la elección, era dar fe de lo tramposo que fue el PRI para ganar la elección.
Me uno a ese segundo comentario, qué bueno que al menos quede constancia del despilfarro de recursos y marrullerías que usaron Peña y todo su aparato para sacar la mayoría de votos. Ojalá AMLO siga como hasta ahora, los caminos institucionales, los que marca la ley.
eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx