Jugándose la vida en cada muletazo, Alfredo Gutiérrez hilvanó una bella faena ante su novillo, siendo premiado con rabo y orejas. (Foto de Jesús Galindo)
Alfredo Gutiérrez resultó ser el máximo triunfador de la tarde pues como resultado artístico logró cortar rabo y dos orejas a su ejemplar en suerte denominado "Año Viejo"; mientras los alternantes Ignacio Garibay, Michelito Lagravere y Antonio Lomelín (hijo) escucharon palmas.
Los cuatro ejemplares del campo bravo de El Vergel resultaron en términos generales bravos, con cara y grano, dejándose meter la mano por los alternantes. Destacando el segundo de la tarde denominado "Año Viejo" al cual Alfredo Gutiérrez le cortó el rabo y orejas, recibiendo como premio a su casta el arrastre lento.
Tarde fría y con el cielo encapotado como testigo del aforo candente con tres cuartas partes de aficionados arroparon a la más bella de las fiestas, la fiesta brava. Con media hora de retraso se escucharon los parches y metales dando así inicio al último festejo del año, los diestros parten plaza ataviados a la usanza charra, sólo Lagravere vistió corto español. El sonido local anuncia y solicita un minuto de silencio por el sensible fallecimiento del aficionado práctico lagunero Humberto Orona, acaecido por la madrugada.
IGNACIO GARIBAY
Luego de cumplir en la suerte de capote, inicia labor rodillas en la arena, extrayendo pases certeros al abreplaza denominado "Agradecido", continúa de pie con tandas por derecha al ritmo y cadencia de las palmas, perfilado al triunfo y extasiado en su labor continúa de hinojos hasta rematar con el de pecho, luego pases al natural y el burel acude dócil al engaño, valiente el torero lanza la muleta y queda a merced de su enemigo demostrando así quién manda en el ruedo, al momento de la verdad pincha en hueso y logra hundir el acero en el tercer intento, así los trofeos se le esfuman y el diestro escucha palmas.
ALFREDO GUTIÉRREZ
Sale de la puerta de los sustos el segundo de la tarde denominado "Año Viejo" al cual Gutiérrez le ejecuta la máxima suerte de recibo en repetidas ocasiones ante la algarabía del respetable que corona la labor de capote con las palmas, el burel es bregado y acude embravecido al castigo, aún con el capote cita a su enemigo en los medios ante vistosas manoletinas y quites por chicuelinas. Luego de la suerte de banderillas, armado con la muleta se dispone y realiza tanda aterciopelada por derecha, continúa su certera labor con muletazos de aquí hasta allá, coreados con las palmas y el ole del respetable.
El cuadrúpedo por momentos acusa debilidad de cuartos traseros pero el diestro con prosapia logra administrarle y extraer la esencia a su enemigo, el cual acude franco y humillado a los toques de la mágica muleta, los duendes saltan a la arena y el torero se deleita lidiando hasta de hinojos, el recinto se cimbra tras las ensordecedoras palmas. En alarde de valor se planta en el sitio frente a su enemigo, los pitones rozan sin daño el traje charro, ahí donde un paso adelante muere el hombre y uno atrás muere el arte y ¡olé!.
En el encuentro de voluntades hunde el acero hasta mojarse los dedos recibiendo como premio dos orejas. Sin embargo la afición se pone de pie y le solicita al juez de plaza José Luis Orozco brinde el máximo trofeo, y éste desde el biombo muestra el pañuelo verde, otorgando al espada el rabo y las orejas de su enemigo, el cual es sacado de la arena con arrastre lento. Finalmente el matador pasea los trofeos ante sonora vuelta al ruedo.
MICHELITO LAGRAVERE
Aun cuando dio muestra de técnica y sabiduría a la hora de la lidia y ejecutando bien la suerte máxima, su enemigo denominado "Mosta" tardó en doblar y el matador más joven del mundo escuchó un aviso, inmediatamente después logra pasaportar al burel tras descabello. El público le reconoce su labor y lo saca al tercio brindándole merecidas palmas.
ANTONIO LOMELÍN (HIJO)
Salta a la arena el cierraplaza denominado "Triunfador", el cual es recibido en los medios con extraordinaria suerte de capote, la cual es contrastada por la nefasta actuación de la cuadrilla neoleonesa durante la suerte de banderillas, Lomelín compone la lidia con su actuación de muleta, la cual ejecuta con poder y mando logrando meter a su enemigo al engaño, el cual acude alegre al embrujo de muleta que con tandas de derecha repite en su artística labor el novel espada; a la hora de la verdad hunde el acero y su enemigo, emulando a su antecesor, no dobla y el coleta escucha el primer aviso, múltiples descabellos, el burel finalmente dobla al quinto, Lomelín escucha palmas.
