Ya se habían tardado las autoridades educativas del estado en tomar al "toro por los cuernos" en el caso de la Escuela Normal J. Guadalupe Aguilera.
Tuvo que ser de forma violenta, con más de 30 lesionados, a casi nada de que se convirtiera en una tragedia, que el problema que año con año se dejó crecer, por fin encendiera los focos rojos en el estado.
Si se trata de culpar a alguien, por supuesto que los principales responsables son el director del plantel, Francisco Javier Reyes Solís y la sociedad de alumnos que durante años han hecho lo que han querido en una escuela pública que se supone, debe preparar a los futuros maestros rurales.
El director es culpable por permitir que los alumnos dirigieran el plantel, abusaran de sus compañeros y hasta convirtieran en hotel de paso una institución tan prestigiada; los aprendices de maestros, culpables por haberse convertido en una verdadera mafia que lo que menos les importa es la educación.
Corresponsables también los padres de familia, las autoridades municipales y estatales por no poner freno desde hace tiempo a un problema que creció como bola de nieve y que se les salió de las manos.
Ahora, es tiempo de soluciones. Deben de sacar y castigar a todos aquellos responsables de los actos vandálicos sucedidos el martes por la mañana. Sociedad de alumnos y director incluídos.
Las autoridades estatales y de seguridad ya no tienen pretextos para no poner orden. O se solucionan las cosas en Canatlán o no será extraño ver casos como las normales de Guerrero, en Ayotzinapa, donde hasta víctimas fatales hubo.
Lo sucedido en la Escuela Normal Aguilera no es más que un reflejo del poder que llegan a tener sociedades de alumnos, que si bien tienen el derecho y libertad para asociarse, también acaban ejerciendo poderes que no les corresponden. Ejemplos hay muchos, el ITD y la UJED son la mejor muestra.
Ambas siguen pagando el precio de no haber sabido cómo llevar una relación escuela-alumno donde ambos salieran ganando.