La junta militar de Guinea Bissau rechazó hoy el despliegue de una fuerza de mantenimiento de la paz en el país, como pidió el jueves la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) al Consejo de Seguridad de la ONU, y advirtió que defenderá su integridad territorial.
"La situación en Guinea Bissau no exige el despliegue de una fuerza de interposición y no lo aceptará", aseguró en una rueda de prensa el portavoz de la junta militar, el teniente coronel Daba Na Walna.
En su opinión, una misión de paz se hace necesaria sólo cuando dos partes se enfrentan, y ese no es el caso en Guinea Bissau, dijo.
"El Ejército está aquí para defender la integridad territorial y no vacilará en replicar a cualquier tentativa de invasión o entrada ilegal en Guinea Bissau", subrayó Na Walna.
La petición de la CPLP despertó temor y pánico en Bissau, y miles de ciudadanos han abandonado la ciudad por miedo a enfrentamientos armados tras el golpe de Estado que protagonizaron los militares hace poco más de una semana.
La semana pasada, Portugal ya anunció que enviaría una fuerza naval a Guinea Bissau, con el posible objetivo de evacuar a ciudadanos lusos y de otras nacionalidades de la antigua colonia portuguesa, lo que provocó la huida de más personas hacia el interior del país.
El golpe de Estado militar se produjo mientras el país -uno de los más pobres del mundo- se encontraba en pleno proceso electoral para celebrar la segunda ronda de sus comicios presidenciales el próximo 29 de abril.
Los sublevados mantienen retenidos, entre otros, a las dos máximas autoridades del país, el primer ministro y candidato presidencial, Carlos Gomes Júnior, y el jefe de Estado en funciones, Raimundo Pereira, pese a las peticiones de la comunidad internacional de que sean liberados.
Los responsables de la asonada aseguraron que actúan contra un supuesto "acuerdo secreto" entre Guinea Bissau y Angola -que tiene desplegados unos 200 soldados destinados a ayudar en la reforma del Ejército guineano- que amenaza la soberanía nacional.
Los golpes de Estado militares en la excolonia portuguesa han sido una constante en los últimos años y reflejan la inestabilidad política del país, que se ha convertido en un importante lugar de tránsito del tráfico de droga que llega a Europa procedente de Latinoamérica.