Acuden. Doña Esther y sus dos hermanos, Germán y José Concepción además de los niños Alberto e Inés muestran el trabajo realizado en la tumba de Los Lalos, quienes murieron hace 4 años en Matamoros.
Los recordaron escuchando "El Corrido de Los Lalos", compuesto para estos dos primos que se criaron como hermanos y que juntos murieron en un accidente vial que marcó a todos los integrantes de la familia.
Doña Esther Rodríguez recuerda aquel 13 de abril de 2008 como si fuera ayer. Eran las 6:30 de la tarde y una angustia repentina la invadió.
Su sobrino -que crió como uno más de sus hijos- Elías Eduardo Rodríguez y su hijo Elías Eduardo Hernández Rodríguez, de 18 y 25 años de edad habían salido en un vehículo con un cuñado.
El accidente vial ocurrió en la conocida Curva de San Isidro, en Matamoros.
"Yo sentía una angustia en el pecho, una desesperación muy grande", comenta doña Esther quien junto a su esposo Manuel de Jesús Hernández, sufrieron y sufren una pérdida irreparable.
Aquel día del accidente la familia no sabía cómo decirle a Esther que ya no vería vivos a sus hijos. Evitaban responder al cuestionamiento de cómo estaban los ya fallecidos tras el accidente pues el cuñado sí se salvó y fue llevado a un hospital para su atención.
"Me los entregaron (las autoridades del Semefo) hasta el día siguiente, los vi ya para enterrarlos", recuerda Esther con la mirada triste, perdida en sus recuerdos.
Se limpia las lágrimas, sonríe tímidamente y sigue: "Este niño (Alberto, de 8 años de edad), quería irse con ellos ese día. Lloró mucho porque no lo llevaron y decía 'Lalo se fue y me dejó...y me dejó', y así fue", recueda esta madre quien religiosamente cada Día de Muertos acude en compañía se sus hermanos, su esposo, hijos y sobrinos a visitar esta tumba donde yacen los restos de sus dos hijos fallecidos.
La familia acude sí con nostalgia, pero no con pesar pues como católicos creen que allá, en el cielo, Los Lalos los esperan.
Su lápida luce rebosante de flores de colores, imágenes de la Virgen de Guadalupe y de San Juan de Los Lagos cuidan los restos de sus seres amados que pueden ser vistos como eran en vida gracias al retrato que con amor colocan al centro de la tumba.
La niña Inés, de 5 años de edad, que también acudió este día revolotea entre las tumbas, aprendiendo la tradición.
"Rezamos el Rosario, los recordamos con alegría, como si estuvieran vivos, venimos en los días que mis sobrinos cumplían años, venimos también cuando cumplen años de muertos, y ya hasta les mandamos hacer su corrido con el cantante norteño Rubén Ruiz", dice Germán Rodríguez, hermano de Doña Esther y tío de los fallecidos.
Germán no duda en sacar su teléfono para mostrar el corrido, "ya va a salir en el próximo material de Rubén Ruiz", dice animado, y es que es una forma también de recordarlos y que la gente también lo haga.
El Corrido de Los Lalos es una historia trágica donde se muestra el amor de esta familia hacia los dos jóvenes que murieron y que visitaron este 2 de noviembre.
Las últimas tres coronas
Este Día de Muertos no todos estuvieron en el panteón de Matamoros para recordar a sus difuntos. Algunos de los asistentes, llevaron consigo artículos para ofrecerlos a los deudos. Este es el caso de Blanca Martínez, una joven que vio la necesidad de vender las coronas que su madre elabora. "Mi mamá las hace, regularmente las vende a familiares o vecinos, pero ahora nos quedaron algunas y yo le dije que me vendría al panteón a venderlas, nada más nos quedan estas tres", dijo Blanca.
Las coronas, que se colocan sobre las tumbas y cruces del panteón de Matamoros, tienen imágenes de la Virgen María y para venderlas Blanca aguarda bajo el sol del medio día. Una esquina y un bote vacío de pintura son su único refugio en la espera de clientes que se lleven las últimas coronas.
Es hasta entonces que Blanca podrá reunirse con la familia en el interior del panteón y visitar a su padre fallecido en 2009, el profesor Francisco Martínez Luévanos.
"Desde que murió mi papá las cosas en la casa fueron más difíciles, por eso mi mamá trata de salir adelante y yo de ayudarle cuando puedo, somos cuatro hermanos, pero algunos ya hicieron su vida, tienen familia qué mantener y no pueden estar siempre al pendiente", dijo Blanca, quien con una sonrisa esperaba la venta de las tres últimas coronas.
