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Red y vida real

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La difusión en las redes sociales de la campaña #Yosoy132 iniciada por estudiantes universitarios, se opone a la difusión sesgada de la información en favor del PRI y de su candidato, y exige la democratización de los medios de comunicación.

Los jóvenes manifiestan su oposición a que el movimiento se "partidice" entendiéndose como tal que sea aprovechado por algún partido político, en el proceso actual para renovar Poder Ejecutivo y Congreso de la Unión en nuestro país.

Tienen derecho los jóvenes de permanecer al margen de los partidos si ese es su deseo, pero de ahí a pretender que la sociedad mexicana incluidos partidos y candidatos, se abstengan de interactuar en torno a #Yosoy132, va en contra de la naturaleza de las propias redes sociales y de la participación abierta en ese espacio de comunicación.

Si el movimiento entraña una crítica al PRI y a su candidato, es inevitable que el voto de castigo que pudiera generar redunde en beneficio de López Obrador o Josefina Vázquez Mota, de acuerdo al mapa político del país. Es absurdo que alguno participe en la vida pública, si se deslinda no sólo de quienes difieran de su modo de pensar, sino aun de aquellos que le manifiestan estar de acuerdo, por las razones de coincidencia que fueren.

El movimiento #Yosoy132 no es el primer reclamo que exige el saneamiento de los medios de comunicación, sino que es parte de una lucha histórica por el desarrollo democrático del país en todos los rubros. El movimiento aparece en la red en circunstancias nacionales críticas, pero al fin y al cabo en un contexto democrático que por imperfecto que sea, es el resultado de esfuerzos de generaciones precedentes.

El surgimiento de movimientos similares en otras partes del mundo, enseña que las redes sociales pueden detonar la caída de gobiernos indeseables, pero no sabemos que sean capaces de construir instituciones y por ende, el mejoramiento que aporten está por verse y dependerá de que la convocatoria se concrete en acción directa de personas de carne y hueso en la vida real.

La fobia de algunos actores sociales a ser identificados con cualquier partido o grupo político, conduce al aislamiento y a la esterilidad de su propuesta, porque la sociedad abierta se compone de vasos comunicantes y no de departamentos estancos

Es cierto que la actitud extrema que inhibe la participación de los ciudadanos en política para evitar "ser etiquetados", deriva de un mal desempeño de la clase política sin embargo, es preciso reconocer que los políticos también son ciudadanos y son políticos porque han asumido plenamente su condición de ciudadanos, al aspirar al poder a partir de su militancia partidista.

La postura puritana que denuesta a los partidos y asegura con ligereza que "todos son iguales", es un aliento a la deserción cívica que en los últimos tres años ha fortalecido al PRI y plantea el riesgo de volver al viejo régimen, porque mientras el grueso de la ciudadanía permanece al margen por apatía, por escrúpulos mal entendidos o por miedo liso y llano, los priistas se reagrupan en torno a las viejas formas de autoritarismo y corrupción.

Ni todos los partidos ni todos los políticos son iguales, ni están divididos en ángeles y demonios. La diferencia consiste en que cada cual mantenga una actitud de lucha por el bien común enfrentando y resolviendo los desafíos de conciencia que ello implique, o elimine todo referente ético y haga de la conquista y disfrute del poder, objetivo único a cualquier costo.

Quien desee participar en la vida cívica sin militar en algún partido político, tiene la opción de organizarse en instituciones sociales que tengan identidad y objetivos propios, en base a una agenda concreta que podrá coincidir u oponerse según el caso con la propuesta de cada partido, en la materia de que se trate: educación, salud, economía, medios de comunicación, etcétera.

La posibilidad de sacar adelante la agenda ciudadana, dependerá tanto de la colaboración de los organismos intermedios de la sociedad entre sí, como de interactuar con los partidos y con los gobiernos en turno. La respuesta que a la participación ciudadana ofrezcan los políticos, será premiada o castigada en las urnas.

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