Se buscará evitar la trampa.
Al acercarse los Juegos Olímpicos de Londres, los operarios trabajan contrarreloj en la puesta a punto de las instalaciones, los atletas ultiman su preparación, los comités olímpicos evalúan delegaciones, los medios de comunicación planifican su cobertura y el profesor David Cowan piensa en cómo garantizar al máximo una cita libre de tramposos.
Lo hace desde un flamante laboratorio antidopaje localizado en la localidad de Harlow, en el oeste británico. Ahí, junto a un millar de colaboradores, analizará los controles de más del 50 por ciento de los atletas participantes: unos 6 mil 250 entre muestras de sangre y orina, superando la cifra de 4 mil 470 de la pasada edición en Beijing.
"Tenemos la mejor tecnología y podemos detectar sustancias prohibidas mucho más rápido", proclama Cowan, coordinador de una ofensiva que incluirá controles aleatorios, así como a todos los medallistas.
El moderno centro de operaciones abandera la sempiterna lucha de la Agencia Mundial Antidopaje contra lo que el presidente de la Comisión Médica del Comité Olímpico Internacional, Arne Ljunqvist, describe como "problema creciente de salud pública, especialmente entre la generación joven, proclive al uso de sustancias dopantes".
Como los demás implicados en la lucha antidopaje, Ljunqvist loa "las mejoras técnicas en los laboratorios, que nos permitirán analizar una muestra de EPO en 20 minutos en lugar de 24 horas".
Pero el propio presidente del COI, Jacques Rogge, advirtió en mayo pasado que "no debemos ser ingenuos: aunque hemos hecho todo lo humanamente posible para minimizar la amenaza del dopaje, siempre ha habido positivos en los Juegos desde que iniciamos controles".
Rogge, que compitió en vela en tres Juegos consecutivos, explicó que "el atleta hace trampas porque cree que los demás también lo hacen. Está incrustado en la naturaleza humana".
Pese al despliegue, la AMA sospecha que la cifra de cazados por cada cinco infractores es inferior a uno. Según su presidente, David Howman, "el problema es que la ciencia que les ayuda también es muy sofisticada".
"Muchas veces, las muestras que recibimos no son analizadas al máximo, como con el EPO, por ejemplo. Es una lucha diaria".
El organismo, que cuenta un presupuesto de 25 millones de dólares para combatir una lacra mundial, requiere, dice Howman "una mayor implicación de los países, federaciones y la policía ante el poder de las mafias".
Las tres grandes diferencias respecto a Beijing, según Howman, radican en que "ningún atleta puede alegar no estar al corriente de las reglas. No hay excusas. La ciencia ha avanzado y podemos detectar nuevas sustancias prohibidas. Luego, tenemos mucha más información sobre los movimientos de los tramposos, en especial por Internet, gracias a una mayor colaboración policial".
Y todo lo resume en un consejo: "Mejor no hacer trampas".