En la discusión, lo mismo legislativa que en la escena pública, sobre la iniciativa presidencial de reforma a la Ley Federal del Trabajo, lo que prevalece es la desmesura, las lecturas sesgadas.
Desde el gobierno de Calderón y la trinchera empresarial, lo aprobado en la Cámara de origen, aun con modificaciones importantes, es la panacea o casi. Algunos expertos han llegado a calcular que la "flexibilización" permitiría la creación de 400 mil empleos anuales; no hablan, obviamente, de la calidad de esos empleos.
En la otra orilla, hay quienes califican la iniciativa como una perversión, una conspiración contra los trabajadores que dará lugar a despidos masivos y otros efectos funestos. En suma, muchos adjetivos y pocos argumentos.
No creo que sea lo uno ni lo otro. Especialmente porque todo este alboroto parece ignorar que 54% de los ocupados del país carece de seguridad social y de algún tipo de prestación laboral; que no más de 10% de la Población Económicamente Activa está afiliada a algún sindicato; que cinco de cada 10 trabajadores sobreviven en un país paralelo donde la avejentada y deplorable legislación laboral simplemente no existe, no regula absolutamente nada.
A quienes atribuyen poderes cuasi-mágicos a la flexibilización habría que recomendarles las conclusiones de un estudio de la Organización Internacional del Trabajo que analizó los efectos de la reforma laboral en 17 países latinoamericanos. A partir del supuesto de que el esquema tradicional del contrato de trabajo y el costo del despido eran rígidos y costosos, lo que desincentivaba el empleo, se establecieron fórmulas para disminuir los costos salariales, incluida la indemnización por despido; cambios que no derivaron en un crecimiento neto del empleo asalariado.
En el caso de México, lo que ha agravado el desempleo y la precarización de las condiciones laborales ha sido el desempeño mediocre de la economía. Son millones los jóvenes que en los últimos años han sido lanzados a la desesperanza. Algunos han encontrado una alternativa en la emigración; otros se han refugiado en la economía informal; pero otros más se han constituido en un "ejército industrial de reserva" para la delincuencia.
Convertir a la reforma laboral en el instrumento clave para incentivar la inversión productiva es, por lo menos, parcial. La economía mexicana no ha crecido de manera vigorosa y sólida, condición sine qua non para generar los empleos que necesitamos, por la incapacidad gubernamental para:
1. Combatir el contrabando, la piratería y el comercio informal que han llevado a la ruina a muchas empresas ante la competencia desleal y la pasividad o complicidad de autoridades de distintos órdenes.
2. Ofrecer certidumbre jurídica: menos reglas, más sencillas y menos cambiantes. Cada año se modifican leyes, reglamentos y circulares que hacen más complicada la operación, sobre todo de las empresas pequeñas y micro.
3. Construir un diseño inteligente y funcional de las instituciones de gobierno que reduzca el burocratismo, la discrecionalidad y la corrupción.
4. Reducir la criminalidad y, particularmente, la extorsión, los secuestros, los asaltos.
5. Atender los rezagos en materia de infraestructura que incrementan los costos de operación.
6. Impulsar una profunda reforma educativa que se traduzca en la formación del capital humano que requiere una economía globalizada y atender el rezago científico y tecnológico.
7. Diseñar una política industrial que, ajena a ortodoxias, defienda a la planta productiva mexicana.
8. Garantizar crédito suficiente, accesible y con costos moderados.
La reforma a la Ley Federal del Trabajo es apenas uno de los ingredientes que incentivarían la inversión y el empleo. Sin embargo, para serlo tendría que partir del reconocimiento de que la flexibilización debe tener como correlato un reparto justo de la renta.
Lo dice bien Ciro Murayama: "…es falso que los problemas económicos del mercado de trabajo se expliquen básicamente por la legislación laboral. […] la contracción de la inversión como porcentaje del producto nacional, la pervivencia de una política fiscal procíclica y de una política monetaria que castiga la competitividad de los productos nacionales -por la sobrevaluación del peso- son la causa principal del pobre desempeño económico, y no hay economía estancada que genere empleo de calidad".
@alfonsozarate