La confesión de Gustavo Madero sobre la posible pérdida de su partido de hasta la mitad de sus militantes, porque quienes se acercaron al PAN fue por el único interés de lograr un puesto en el Gobierno federal, comprueba el bajo nivel de convicciones en la población.
Lo vemos en los mismos políticos. Brincan de un partido a otro en busca de una diputación o una gubernatura, y cuando bien les va en el PRI se dicen revolucionarios, y si son desplazados se proclaman de izquierda. Sirvan de ejemplo Manuel Camacho Solís, Ricardo Monreal, Manuel Bartlett, entre otros.
No se tenía idea de que alrededor de 50% de los afiliados al PAN se haya inscrito en este partido en calidad de chambistas. Pero si lo dice el líder del partido blanquiazul, ni cómo refutarlo. El problema se agrava para las decenas de miles de burócratas que se colgaron de funcionarios blanquiazules y entre seis y 12 años usufructuaron puestos importantes y de menor nivel, desde los cuales incurrieron en constantes ilícitos.
Fue común escuchar en los días de regímenes panistas que las cuotas a proveedores o contratistas, por participar en licitaciones de cualquier orden, se cuatruplicaron y fue la causa principal de los índices de corrupción hasta de 90%, el más alto en el mundo.
En las tropelías del "toma todo", los pagos a proveedores, constructores de obras o a quienes prestan servicios de vigilancia y limpieza eran retrasados hasta seis meses y luego, para cobrar lo ya devengado, debían pagar a burócratas de primeros y bajos niveles de 10% a 20% de los montos de cada cuenta.
Los trámites de licencias de cualquier giro, en primer término de construcciones y funcionamiento, son un calvario. La burocracia del gobierno federal y la capitalina han ideado mil obstáculos, de papelería excesiva, y todo tiene un precio. Según el sapo es la pedrada, pero algunas planchan a cualquier empresario.
Así se explica por qué alrededor de 40 mil panistas, según un cálculo somero, claman por el respeto a sus puestos y, argumentan, se titularon en el Servicio Profesional de Carrera. Pero cuando el PRI perdió, la mayoría de su gente fue desplazada por panistas y ahora es advertida la tendencia del desquite. Si el PAN pierde tan elevado porcentaje de militantes, su retorno al poder podría tardar décadas.
A LA POBLACIÓN CHIAPANECA le entusiasma el regreso del PRI a su estado y piensa que el nuevo gobernador, Manuel Velasco Coello, implantará un régimen de austeridad y trabajo, a fin de elevar el incremento económico y el bienestar en la entidad.
El joven mandatario recibe a Chiapas con un endeudamiento de 39 mil millones de pesos y amplios sectores abrumados por la pobreza y el desempleo. El gobernador saliente, Juan Sabines Guerrero, hizo dispendio de los recursos públicos y cobró fama por sus aficiones etílicas.
Manuel Velasco redujo en 50% el salario a que tiene derecho y ordenó a sus colaboradores hacer lo mismo. Esto revela su preocupación por las maltrechas finanzas chiapanecas, y se adelanta a poner en marcha un régimen de austeridad, acorde con el proyectado en el país por el presidente Enrique Peña Nieto.
Las finanzas nacionales no están blindadas ni son tan fuertes como tantas veces lo dijo el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, además de que la crisis en Europa va en aumento. Por ello, Peña Nieto instruye a los gobernadores a reducir los gastos públicos y evitar despilfarros.
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