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Salen jóvenes de la penumbra

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Miles de jóvenes indocumentados lograron la semana pasada salir de las sombras para solicitar un permiso temporal de trabajo y una tregua con el fin de evitar su deportación al menos durante los siguientes dos años.

El programa Deferred Action for Childhood Arrivals (DACA), anunciado el mes de junio por el presidente Barack Obama, dará un hondo respiro a más de 1.5 millones de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos sin documentos legales, antes de cumplir los 16 años.

No es la solución ideal ni tampoco la definitiva para los llamados "dreamers" que han vivido durante años en la zozobra, sin embargo es la primera puerta que se abre para estos jóvenes que crecieron y se educaron en Norteamérica y que legalmente no pueden trabajar ni tener acceso a los beneficios de los residentes norteamericanos.

Se trata sin duda de un tema de derechos humanos que bien podría ser denunciado ante una corte internacional. Un país que recibe, educa y alimenta por años a menores de edad no debiera negarles un trabajo legal y menos expulsarlos del país con una patada.

Tampoco regatearles una licencia de conducir y prestaciones sociales como lo anunció la gobernadora de Arizona, Jan Brewer. Esta mujer imita el odio racista de los nazis, resulta inverosímil rechazar a quienes nada tuvieron que ver con su ingreso a Estados Unidos.

La comunidad hispana ha peleado intensamente por una reforma migratoria y especialmente por regularizar a estos jóvenes que fueron cruzados ilegalmente por sus padres cuando eran apenas unos niños.

Barack Obama no pudo o no quiso cumplir su promesa de alcanzar la famosa reforma en el primer año de su mandato. Lo intentó sin éxito pero insistió una y otra vez en empujar la propuesta del "Dream Act" que los congresistas se negaron a aprobar.

Finalmente y a cinco meses de las elecciones presidenciales, Obama se lanza al ruedo para ofrecer una salida legal a los "dreamers". No es una amnistía, tampoco una visa permanente y menos una vía para alcanzar la anhelada "green card" y la posterior ciudadanía americana.

Es apenas un permiso temporal que tendrá un costo de $465 dólares y que podrá ser renovado cada dos años, siempre y cuando el presidente Obama obtenga su reelección en noviembre próximo. Si pierde y llega al poder Mitt Romney, sólo Dios sabe lo que pasará con esta disposición.

Los requisitos para obtener este permiso no son fáciles de cumplir, se necesita haber llegado a Estados Unidos antes de cumplir los 16 años, tener residencia de al menos cinco años, carecer de antecedentes penales, contar con estudios de preparatoria, no haber salido del país por deportación y tener menos de 31 años de edad al pasado 15 de junio.

Hay muchas preguntas e inquietudes alrededor del proceso, por ejemplo: ¿qué pasará con los jóvenes que cumplen los requisitos, pero qué dejaron el país hace dos o tres años porque no encontraron aquí un empleo legal? Si el Departamento de Seguridad Interna niega la petición, ¿serán deportados automáticamente el solicitante y sus familiares?

Con todo e implicaciones políticas, la acción federal representa un paso adelante en la solución integral a la compleja situación que viven doce millones de inmigrantes indocumentados.

El programa DACA beneficiará a muchas familias y en especial a la economía porque miles de jóvenes saldrán de la oscuridad para ofrecer su talento en las empresas, para formalizar negocios, obtener créditos, adquirir autos, casas y continuar sus estudios profesionales.

Sólo en California se calcula que más de 400 mil jóvenes podrán aplicar a este programa y por lo menos 300 mil solicitarán licencia de conducir lo que significarán ingresos sustanciales para el erario estatal y el sector automotriz y sus derivados.

En Texas serán unos 226 mil solicitantes mientras que en Arizona sumarán más de 50 mil, siempre y cuando la Brewer no meta sus narices en el proceso.

Francamente no entendemos por qué demorar una reforma migratoria ante los beneficios económicos que acarrearía. Con la crisis quedó claro que los inmigrantes vienen a trabajar y a contribuir a la economía norteamericana, prueba de ello son los miles de millones de dólares que envían anualmente a sus familiares en México y Sudamérica.

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