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SALVAVIDAS PARA GRECIA

SALVADOR KALIFA

La acumulación de los desequilibrios internos en Grecia y la Gran Recesión de 2008 y 2009 hicieron que su economía cayera 0.2 por ciento y 3.3 por ciento en esos dos años, respectivamente. El naufragio económico se aceleró a -3.5 por ciento en 2010 y a -6.8 por ciento el año pasado.

Esto agravó el peso de la deuda pública con respecto al PIB, que pasó de 113 por ciento en 2008 a cerca del 160 por ciento en 2011. La tasa de desempleo, ubicada en 7.7 por ciento en 2008, se acercó al 20 por ciento a finales del año pasado.

Este panorama económico deprimido explica el desorden político y social de Grecia, con un gobierno que trató inútilmente de enderezar el barco y llevarlo a buen puerto, buscando durante 2010 y 2011, sin éxito, los consensos necesarios para adoptar medidas radicales.

Como lo he sostenido en otras ocasiones, la crisis de la deuda soberana griega y de otros países de la Eurozona proviene de un gasto público desordenado que los políticos de los gobiernos en turno realizan para ganarse las simpatías de los votantes y de las bases clientelares de sus partidos, pero sin contar con un financiamiento sostenible en el largo plazo.

Al presumir los logros de un mayor gasto público, los gobernantes tratan de acaparar los reflectores y capitalizar la simpatía de los gobernados. Tarde o temprano, sin embargo, llega un gobierno que ya no puede vivir del cuento y se topa con la imposibilidad de continuar manteniendo ese ritmo de gastos y concesiones.

Cuando los compradores de los instrumentos de deuda emitidos por esos gobiernos dejaron de confiar en la posibilidad de recuperar su inversión, se hizo evidente que las poblaciones de los países respectivos habían mantenido un ritmo de vida por encima de sus posibilidades, pero ahora se resisten a perderlo y regresar a la realidad.

Eso explica por qué los políticos retrasan las decisiones cruciales y se escudan en la necesidad de consensos para adoptar las medidas difíciles. Cuando ya eso simplemente no es posible, optan por hacerse a un lado y no perder más la simpatía de los electores.

En el caso de Grecia e Italia pusieron temporalmente gobiernos tecnocráticos, en esencia con economistas, para que aplicaran las medidas necesarias y pagaran el costo del descontento popular, para luego llamar a elecciones que regresarían a los políticos nuevamente al poder.

La semana pasada se escribió otro capítulo en la larga y penosa tragedia griega. Los países miembros de la eurozona llegaron a un acuerdo en cuanto a los lineamientos para otro paquete de rescate para la nación helénica, pero todavía falta algún tiempo para que se concrete.

Por un lado, Grecia tiene que poner en práctica el paquete de ajuste económico propuesto por su gobierno tecnocrático y aprobado por su Parlamento, que incluye una reducción en el gasto público de cerca de 3.3 miles de millones de euros (mme), equivalente a 1.5 por ciento del PIB, la generación de ingresos por privatizaciones de por lo menos 4.5 mme a finales de 2012, la reducción de 22 por ciento en el salario mínimo, y el despido de 15 mil burócratas en este año.

Por otro lado, el desembolso de los fondos aportados por la Unión Europea está sujeto a la aprobación que todos los países miembros tendrán que hacer individualmente, así como a la conclusión satisfactoria de las negociaciones para lograr el descuento en la deuda del sector privado.

Es mucho, por tanto, lo que puede descarrilar el acuerdo o, peor aún, mostrar que la situación griega no tiene otra salida que abandonar el euro. Los mercados temen que el gobierno griego sea incapaz de instrumentar las duras medidas de ajuste económico, que demandan años de sacrificios de su población, en particular porque los políticos quieren regresar al poder pronto, llamando a elecciones en el mes de abril.

No hay duda, por tanto, que las protestas y disturbios sociales en Grecia desde hace varios años y que alcanzaron su punto más grave, hasta ahora, en la segunda semana de febrero, cuando el Parlamento griego discutió y aprobó las medidas mencionadas, son una muestra de las consecuencias del manejo económico irresponsable.

En este contexto, no deberá sorprendernos que una escalada de los disturbios sociales en Grecia desemboque en el naufragio de las medidas de austeridad y en otra ronda de sobresaltos financieros internacionales.

No olvidemos, además, que existen otros focos de conflicto financiero en Europa, como son Portugal, Italia y España, que bien pueden acaparar nuevamente la atención en el transcurso del año.

Lo único cierto en este momento es que todavía no cae el telón en el drama griego y tampoco para la pesadilla de deuda soberana en otros países de la eurozona. El acuerdo de la semana pasada es, por tanto, un salvavidas defectuoso que trata de sacar a flote la economía griega.

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