Tarde de toros. Y al cuarto para las seis, Josefina Vázquez Mota llega a su cuartel, en la colonia Del Valle, y su equipo la recibe con una aclamación: "¡Presidenta, presidenta!".
Ha bajado de una Suburban color plata, vestida de traje azul, y en el rostro lleva impresa la impresión del triunfo, según los números de equipo.
Roberto Gil, coordinador de su campaña, se acerca a recibirla en la acera, ella abre los brazos y se funden en la emoción, la misma que tiene María José, hija mayor de la precandidata.
"¡Muy bien, muy bien", dice Vázquez Mota a Roberto Gil, en ese abrazo que se prolonga, rodeados ambos por gente del equipo que se la juega con ella.
Todos se miran con los ojos húmedos, con sonrisas alegres, con un silencio que atora el grito que llevan dentro: "¡Presidenta! ¡Presidenta!", se oye en la casona de Sacramento 354, frente a la cual se han instalado unidades móviles de transmisión de las televisoras.
Josefina Vázquez Mota y su hija María José se abrazan, entre los gritos de júbilo del equipo de la campaña, y ante una batería de fotógrafos y camarógrafos, ante quienes sonríe emocionada. es una mujer feliz.
Luego siguen los abrazos de Carlos Alberto Pérez Cuevas, de Mario Alberto Becerra Pocoroba, y el baño de luces de los medios. Un retrato para la historia, subiendo la escalera de traje azul, sonriente, muy sonriente.
Hace días dijo que iba a cortar rabo y oreja. Las cifras no se dicen aún por regla, al cuarto de guerra y no muy lejos, en la Plaza México, la afición sigue la faena, y en Sacramento 354 hay fiesta, como en tarde de toros.
