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¿Seguridad para quién?

ROSARIO GREEN

Desde hace 17 meses el mundo tiene a diario noticias acerca del conflicto entre el gobierno de Bashar al-Assad y amplios sectores de la sociedad siria. Cada día que pasa, la realidad parece rechazar el llamado del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para evitar una larga guerra civil que destruiría el rico tejido de comunidades que conviven en Siria, con todas sus trágicas implicaciones y el riesgo de afectar la estabilidad de toda la región.

Ese dramático llamado fue hecho hace tres semanas ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, antes de que se produjera la votación de una resolución propuesta por la Liga Árabe para condenar la violación de derechos humanos y libertades fundamentales por parte del gobierno de Assad y, al mismo tiempo, reprobar los abusos contra derechos humanos por parte de los grupos armados de la oposición siria. La resolución se aprobó, pero no pasará de ser un exhorto a las dos partes.

Lo dicho por el señor Ban Ki-moon amerita un intento de mínimo desglose para tratar de entender medianamente los alcances de lo que ocurre en Siria. En primer lugar hay que considerar la complejidad de las relaciones entre diferentes grupos sociales sirios, entre los cuales existen profundas diferencias étnicas, religiosas y tribales, con sus correspondientes concreciones políticas que, hasta antes del conflicto, parecían haber sido hechas a un lado merced al control que ejercía sobre el conjunto el Partido Baaz, que gobierna desde 1963, pero que en el actual contexto propician sanguinarios ajustes de cuentas. Un ingrediente adicional es que varios de esos grupos forman parte de otros cuya presencia se extiende allende las fronteras sirias, como los kurdos turcos e iraquíes, para citar sólo un ejemplo.

En segundo lugar, la ubicación de Siria tiene una gran importancia geoestratégica, en la que se cruzan los intereses de varios países, entre ellos sus vecinos inmediatos Israel, Líbano, Jordania y Turquía, así como los de Irán y los de países aparentemente distantes como China. La única base militar de Rusia en el extranjero está en Siria. Esta semana el presidente Obama amenazó con la intervención directa de su país en caso de que el gobierno sirio movilice o haga uso de armas químicas. Además, la estabilidad regional está permanentemente amenazada por los efectos del conflicto árabe-israelí.

En tercer lugar, resulta difícil entender el llamado a evitar que la predicción de una guerra civil de larga duración se haga realidad, cuando se sabe que ambas partes, gobierno y oposición, han estado recibiendo importantes apoyos externos para fortalecer sus capacidades bélicas.

Estamos frente a un entramado extremadamente difícil de desenmarañar, como lo demuestran tanto el fracaso de la misión del enviado especial de la ONU a Siria, Kofi Annan, ex secretario general de la Organización, como la trabazón al interior del Consejo de Seguridad, en cuyas múltiples reuniones sus miembros permanentes han sido incapaces de acordar una acción militar multilateral para obligar a las partes contendientes a detener la violencia. En esto último quizá incluya la experiencia no muy feliz tenida en Libia con la acción de la OTAN.

A la vista de los trágicos acontecimientos que tienen lugar en Siria, cabe preguntarse: ¿cuál es la verdadera utilidad del Consejo de Seguridad?, ¿de la seguridad de quién se habla en su seno?, seguramente no del gran número de vidas humanas en riesgo - algunas estimaciones hablan de más de 20 mil muertos desde marzo de 2011- y del creciente éxodo: más de 250 mil personas que se han refugiado en varios países vecinos. De lo que no queda duda es de la extrema dificultad de dotar a la ONU de capacidad real de actuación, más allá de los intereses de los cinco miembros permanentes del Consejo.

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