Lo escribo con orgullo: Senador Alonso Lujambio. Desde hace mucho tiempo lo imaginaba ahí, en el Congreso mexicano, como un protagonista de nuestra vida parlamentaria. Después de mucho estudiar al congreso mexicano, después de recorrer su historia, de examinar y criticar sus normas y sus procedimientos, de verlo a la luz de otras asambleas legislativas, pocos como él podrían contribuir a su dignificación. Conocimiento, inteligencia y honestidad para honrar ese espacio que podría ser el foro de la discusión, la muralla contra la arbitrariedad, la palanca del reformismo. Y es que Alonso Lujambio tiene los tres instrumentos del parlamentario: razón elocuente, pasión y responsabilidad. Argumentos, vehemencia, compromiso con los resultados. La combinación no es frecuente: el académico suele encontrar argumentos, pero desentenderse de los resultados; el vehemente puede arder, pero se olvida de pensar; el práctico no pierde el tiempo razonando en público. En Alonso Lujambio, uno de los escasos intelectuales - políticos del presente, se entretejen esas tres habilidades. Si en el gabinete presidencial del malhadado gobierno calderonista no pudo desplegar su talento es porque su sitio natural es el Congreso, donde puede ejercerse la independencia en colaboración.
Lujambio llega a ocupar su asiento en condiciones dramáticas. Con enorme esfuerzo logró tomar protesta de su cargo: luchando por su vida, peleando contra un cáncer que no cede. El cuerpo devastado y tan entero. Tomar protesta del encargo de la representación popular no es solamente un empecinamiento personal, una terquedad de la que cuelga su deseo de vivir, es también un mensaje público que no deberíamos ignorar. Esas instituciones tan vilipendiadas, tan justamente impopulares, tan maltratadas por todos, son, a fin de cuentas, la gran esperanza de México. Nuestro futuro no es el regalo de algún redentor ni está en la epopeya de una gran movilización popular. El futuro se escribirá en la discreta activación de sus canales institucionales, en el descubrimiento de un diálogo fructífero, en la eficacia que puede surgir de la negociación. Sólo en las instituciones del pluralismo puede escribirse un futuro de inclusión y de respeto.
Esa convicción traza la línea de continuidad de los trabajos académicos de Lujambio sobre el presidencialismo, la democratización mexicana y el PAN. A tomarnos las instituciones en serio nos ha llamado en todos sus escritos. Hay que tomárnoslas en serio porque importan, porque determinan en buena medida la naturaleza de nuestra vida pública, la estabilidad y la eficacia de la política, la salud de la democracia. Pero hay que tomárnoslas en serio también porque necesitan de nuestro cuidado. El maltrato institucional termina erosionando la civilización democrática. Sí: es importante el diseño del Congreso: sus normas internas, sus procedimientos, la profesionalización de sus integrantes. Pero también es importante el respeto de quienes lo integran: la convicción de que en el trabajo se prestigian o se deshonran las instituciones democráticas.
El estudioso de la política no se ha encerrado en la mecánica de las instituciones y es por eso que puede entenderlas. En la ingeniería política puede esconderse una soberbia ciega: creer que todo está en la mecánica de las reglas, que la historia particular es irrelevante, que la gente no importa. El politólogo trajo a México la reflexión crítica de Juan J. Linz sobre el presidencialismo para anticipar los problemas que enfrentaría nuestra democracia bajo nuestro marco constitucional. Pero, al mismo tiempo, ese académico ha estudiado las coyunturas críticas, las decisiones estratégicas, el peso del liderazgo. El nuevo senador sabe que las instituciones cuentan y el liderazgo también. Que la responsabilidad política reside en la razón y también en la prudencia.
El senador Lujambio representa al panismo que le hace falta al PAN y el que le hace falta a México. No es el panismo ultramontano obsesionado con los antiguos agravios y empeñado en purificar nuestras costumbres. Tampoco es el panismo de la mediocre y arrogante tecnocracia de poder reciente. Representa la estrecha franja del panismo liberal que cree en los derechos, que sabe dialogar, que entiende el presente. Como legislador podrá aportar conocimiento, inteligencia, lucidez y esa serenidad que tanto anhela la política mexicana.
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