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Seniors

ADELA CELORIO

Bronceado y sexy, Sean Conery publicita una marca de equipaje. Jane Fonda con arrugas apenas perceptibles en la cara, publicita cosméticos. ¿Acaso estos personajes icónicos tomaron mucha agua, comieron fruta y verdura y se ejercitaron diariamente? ¿Nunca bebieron ni fumaron? La verdad es que estos setentones lucen magníficos gracias a la magia del fotoshop; con que se pretende apuntalar el precioso mito de que "la belleza no tiene edad". De que la vejez es una hermosa meseta de sabiduría, calma, y aceptación del mundo. La sociedad moderna pretende convencernos de que si nos comportamos de cierta forma, seremos recompensados con una vida larga y plena. A veces sí, pero otras no. Vivimos en una sociedad que sobreestima y exalta valores propios de la juventud; energía desbordante, buena figura, piel tersa, mirada brillante y sexo a la carta. La genuflexión ante la lozanía, ha generado un fuerte repudio al envejecimiento que intentamos detener machucándonos en los gimnasios y tasajeándonos la cara con liftings. Tintes, implantes, botox, nos están convirtiendo en ciborgs.

Entre otras sofisticaciones que impone la modernidad, está la de la lengua que pretende maquillar la palabra viejo o anciano con eufemismos como: adulto en plenitud, tercera edad o hasta el elegante anglisismo de "senior".

La realidad pura y dura es que vivir mata, y si no mata envejece. No hay poder ni riqueza que pueda evitarlo. Envejece la Reina Isabel, Sofía de España, y a su tiempo envejecerán también las jóvenes princesas. Todas ellas envejecerán, pero cada una lo hará a su manera, porque con la edad, los rasgos físicos pierden importancia y lo que adquiere precedencia es la clase de personas que somos y la forma en que decidimos vivir con las circunstancias que nos han tocado.

La diferencia en el aspecto que vamos tomando con los años, procede de lo que hay en nuestro interior. Que la vida sea larga o corta no depende de nosotros, lo que hacemos con nuestro tiempo sí. Para muestra aquí van algunos ejemplos: Jubilada de su cátedra en la Sorbona, a los setenta y ocho años mi amiga Jac se levanta cada mañana con la energía que le da saber que mucha gente la espera en la pequeña oficina del barrio popular de París donde ella vive. Ahí pasa las horas orientando, ayudando a los emigrantes africanos a conseguir escuela para sus pequeños, servicios de salud, traduce y explica las leyes francesas a los iletrados.

A los setenta y cinco, Paule canta en un coro que entre ensayos y conciertos la mantiene vital y entusiasmada.

En Polonia, un grupo de mujeres entre 65 y 75 años y un poco pasadas de peso, se preparan con todo rigor para formar parte del grupo de ballet de pensionados "Barborka".

Aquí en México, a sus noventa y un años la Doctora Ofelia Gonzalez Treviño dirige el departamento de Medicina Nuclear del Instituto Nacional de Nutrición, y el noventañero doctor Fernando Ortiz Monasterio, sigue realizando cirugía reconstructiva a personas sin recursos.

Doña Tere tiene 80 años y unos zapatos que revolotean en la pista de baile. "Mis hijos me dicen que ya no tengo edad para eso (los hijos son nuestros más feroces críticos), pero el baile es mi pasión".

Estas personas tendrán mejor o peor salud, pero cada una a su manera ha dado sentido a una etapa de la vida que de otro modo transcurriría en la soledad que llega con el "Síndrome del nido vacío… y el pájaro muerto".

Cuando la etapa productiva se ha cumplido y después de educar a los hijos, los hemos arrojado al mundo; aún queda mucho por hacer, aunque la tele y las pantuflas pueden ser una gran tentación y desde luego el camino más directo para convertirnos en unos viejos achacosos y amargados; que al fin y al cabo también es una opción.

La vida es un insondable misterio (bah, qué novedad) y las cartas nos tocan mejores o peores; pero eso es lo que hay. No creo en las recetas facilonas ni en los pócimas mágicas. La realidad de la vejez es la artritis, el cáncer, la demolición sobre la que no tenemos ningún poder. Sólo el aquí y el ahora para hacer de la última etapa de la vida algo estimulante. Somos de viejos lo que hemos sido antes. La curiosidad, el amor por la naturaleza y la cultura, el gozo de vivir; como la inapetencia, la desidia y la queja, sólo se acentúan con la edad. Quien apostó al amor, a la cultura, a la risa y al sexo -¡sí, dije sexo!- envejecerá mucho mejor que los que decidieron inconformarse permanentemente con la vida. Después de haber dado a los hijos la mejor educación posible, hay que dejar que se las arreglen solos y disfrutar sin culpa de lo que se tiene. ¡Ah por favor! no olviden que la salud va y viene, el dinero es lo que hay que cuidar porque una cuenta en el banco es la mejor manera de llevar la pobreza que con frecuencia nos impone la edad. Este próximo 28 de agosto que es el día de los Seniors, vaya un abrazo para quienes han sabido hacer con sus años una obra de arte. Para los que no, también.

adelace2@prodigy.net.mx

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