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Será otra vez la economía

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Cuando James Carville, estratega de campaña de Bill Clinton, ideó su célebre frase "la economía, estúpido", nunca imaginó que en ella se fincaría el triunfo del entonces candidato demócrata sobre el presidente George Bush padre, en las elecciones de noviembre de 1992.

En esa contienda a Bush se le consideraba invencible por su trayectoria política como legislador, director de la CIA, embajador en China, vicepresidente por ocho años y presidente en funciones.

Pero los astros de la economía no estaban alineados y tras el boom de la "reaganomics" de los 80, Estados Unidos atravesó una recesión breve, pero al fin recesión, que afectó severamente el ánimo de los electores y Bush fue vencido en las urnas por el joven exgobernador de Arkansas.

Curiosamente Clinton ganó con el 43 por ciento contra el 37 por ciento de Bush. El resto de los votos -aproximadamente 18%-- se los llevó el independiente Ross Perot, quien a final de cuentas sepultó las aspiraciones del político republicano al dividir el sufragio de los indecisos.

Por cierto, Carville tuvo dos frases más para impulsar la campaña de Clinton que rezaban así: "Cambio vs. más de lo mismo" y "no olvidar el sistema de salud". Pero a final de cuentas fue el lema sobre la economía el que pegó en seco entre los electores norteamericanos.

Veinte años después no han cambiado mucho las circunstancias, la economía es sin duda el lado más flaco del presidente Barack Obama. Luego de la recesión de los años 2008 y 2009, el PIB creció a tasas moderadas del 2 por ciento en promedio, pero sin mostrar una tendencia alcista.

El desempleo bajó del 8 por ciento en el último trimestre, pero la realidad es que un alto porcentaje de norteamericanos sufre el constante recorte de horas de trabajo y otros más sobreviven a duras penas vendiendo lo que pueden en las calles o a través de una laptop desde sus casas o desde un café Starbucks.

Debido a la economía la tendencia electoral al final de la campaña presidencial se ha cerrado al grado que algunas encuestas pronostican un triunfo apretado del republicano Mitt Romney cuando hace dos meses se vislumbraba una victoria contundente de Barack Obama.

Si observamos el desempeño del gobierno demócrata, especialmente en el plano internacional, la ventaja en encuestas debería ser enorme. Obama detuvo la guerra de Irak, eliminó al enemigo número uno Osama bin Laden, lanzó la reforma de salud y detuvo la estrepitosa caída de la economía yanqui tras el estallido de 2008.

Sin embargo, no ha podido reencauzar la economía doméstica a pesar de grandes esfuerzos ni tampoco empujar con toda la fuerza del Estado norteamericano a los países europeos, entre ellos España y Grecia, cuyas crisis financieras tienen en jaque al mundo entero.

Mitt Romney insiste una y otra vez en las recetas anticuadas y dolorosas que a nadie agradan y que son impopulares, pero infalibles en tiempos duros. Hablamos de recortar severamente el gasto público, de reducir los impuestos al sector privado y de revisar los apoyos a desempleados y familias pobres a fin de evitar abusos y derroches.

Romney ha sido muy criticado por los electores demócratas y los liberales por su aparente insensibilidad hacia los sectores desprotegidos que también existen en Estados Unidos y en números crecientes.

Pero mientras reprochan al candidato Romney, la Casa Blanca muestra ser incapaz de darle la vuelta al aparato productivo y emprender una nueva era de bonanza económica. En semanas recientes hubo señales positivas como la baja en la gasolina y la reducción del desempleo, pero no sabemos si serán suficientes para alinear los astros a favor de la reelección de Obama.

Los norteamericanos quieren crecer a niveles de China, participar del éxito de empresas líderes como Apple, Google, Exxon, Facebook, Ford, Microsoft, y exigen además regresar a los tiempos de abundancia del llamado sueño americano.

El huracán "Sandy" no será pues quien defina al ganador del próximo martes 6 de noviembre como pronostican algunos analistas, sino el ánimo de los electores con respecto a la economía doméstica. Como bien lo dijera Carville será "la economía, estúpido".

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