El Servicio Secreto se ha movilizado rápidamente para recobrarse de un escándalo de prostitutas que ha dado municiones políticas a los detractores del presidente Barack Obama y que ha costado el puesto a tres agentes, a menos de una semana del incidente.
Los legisladores aprobaron la medida, pero dijeron que se necesita hacer más. "Sin duda no ha terminado" , afirmó el representante republicano Peter King, titular de la Comisión de Seguridad Nacional en la cámara baja, la cual supervisa al Servicio Secreto. El Servicio Secreto no identificó a los tres agentes que dejan el trabajo ni a los otros ocho que fueron suspendidos. En un comunicado, el servicio dijo que permitió que un supervisor se jubilara y que otro sea despedido. Un tercero, que no era supervisor, renunció.
Los dos supervisores están en la división uniformada; uno de ellos es sargento, de acuerdo con una persona familiarizada con las operaciones del Servicio Secreto y que se negó a ser identificada por no estar autorizada a hablar sobre el asunto.
El equipo investigado incluye miembros de los grupos de avanzada de la agencia, que son despachados a lugares antes de la llegada del presidente para establecer las medidas de seguridad. Otros pertenecen a equipos de contraataque y neutralización de francotiradores. Se cree que la mayoría están comisionados a labores en el área de Washington.
El director del Servicio Secreto, Mark Sullivan, ofreció a los agentes investigados la oportunidad de someterse a un detector de mentiras, aunque los agentes pueden negarse. El escándalo surgió a raíz de que los agentes presumiblemente contrataron servicios de hasta 20 prostitutas en Colombia para una fiesta mientras preparaban la llegada de Obama a la Cumbre de las Américas.