Indudablemente, los humanos tendemos a trastornar a la naturaleza y, para colmo de nuestras desgracias, hacerlo en forma dañina, poniendo en riesgo nuestra persistencia.
Así: contaminamos, depredamos al reino animal y dañamos los diferentes nichos ecológicos. Pareciera que el futuro no importa y que ganarnos unos pesos es más importante que asegurar la calidad de vida de nuestros hijos.
La insensatez llega al extremo, al no comprender que el daño que hacemos al planeta, principalmente el causado por los mayores consumidores de energía - los ricos- tendrá consecuencias; en primer término, en sus propias naciones. Ejemplos: el alza de temperaturas puede provocar deshielos de los polos y el incremento de agua del mar inundaría las costas del mundo, donde tienen grandes asentamientos humanos los habitantes del primero; la destrucción de la capa de ozono, permite la mayor filtración de radiaciones ultravioleta en el norte del globo, donde están ubicados los países desarrollados.
Para el caso de la sexualidad, como la expresión más sublime del comportamiento humano, de encuentro y persistencia, hemos creado una gran confusión, haciendo su manejo desorientador, desvirtuando sus fines, ensombreciendo su práctica y hasta malignizando la interpretación de sus funciones; es grande el daño al que lo hemos sometido a través del tiempo, manejándolo como instrumento de poder y medio de control, más que como encuentro emocional, apoyo a la afectividad y causal de la propagación de la especie.
Si los humanos persistimos, es porque las fuerzas de la propia naturaleza han sido más fuertes que nuestros propósitos destructivos; el sexo, con su fortaleza y estímulo, ha logrado vencer a la manipulación social y religiosa.
Afortunadamente, el creador y la creación, han aportado fuertes herramientas para la expresión del amor sexuado -el romántico- entre los animales que nos decimos racionales.
Es precisamente el amor, confrontado contra el miedo -que nos enseña a temer y hacer pecaminoso al sexo- lo que nos debe mover, más allá del sentimiento negativo causado por la deseducación, hasta alcanzar las afortunadas consecuencias de la vida sexual con responsabilidad.
Hemos creado sistemas de enseñanza y aprendizaje en el mundo moderno; aprendido el comportamiento acorde al orden social y dictado normas y leyes para uniformar nuestra respuesta responsable a la vida gregaria; sin embargo, poco hemos hecho con lo realmente importante: enseñar y amar al prójimo, en relación responsable con sustento en el espíritu, más allá de lo corporal y entender el gran regalo que recibimos: la sexualidad, como el método sublime para relacionar a la pareja y tener expresión del amor y la perpetuación de nuestros genes.
Hoy día, en México, podemos preparar profesionales, profesionistas de todo tipo, incluidos los más novedosos, como pueden ser los ingenieros en sistemas, mecatrónica, biomecánica o los administradores de obra pública -nueva carrera-; desafortunadamente, seguimos sin atender las enseñanzas en cuestiones humanas y sociales, tan importantes como la vida de pareja y familia, la elección del compañero o compañera para el resto de la vida y, ni qué decir, la educación de los hijos enmarcada en valores.
Poco hacemos para orientarnos y orientar a los demás en el camino de la felicidad; los resultados de tal desatención ya los conocemos y estamos viviendo en nuestra propia carne y familia.
En ese entorno, nuestra responsabilidad de orientar y aprender-enseñando no puede ser eludida.
Hace cosa de un año, la maestra Irene Rojas, me invitó a impartir la cátedra de Sexología, para universitarios de la carrera de Psicología de la UAL; ante el agradable reto que me representa impartir la clase, me puse a resumir mis notas, apuntes, textos y artículos sobre el tema.
El resultado final fue el programa, -texto de "Sexología Básica"- que propone el estudio de lo maravilloso que es el sexo como medio de reproducción de los seres vivos, la plataforma de comunicación entre las pareja y fortalecimiento de las mismas para la construcción de la familia.
Más adelante, ante la revisión del contenido, descubrimos que podía ofrecerse a orientadores vocacionales y directores de secundarias y bachilleratos, como el aporte de una herramienta más, para su uso en la educación sexual que, como nos manifiestan los expertos en el tema, exige con urgencia atención inmediata.
La información por los medios de comunicación social ya han rebasado, con mucho, a los profesores con sus métodos de enseñanzas tradicionales; los padres de familia, ante la falta de información al respecto y con la influencia de los tabúes sembrados desde nuestra primera infancia, prácticamente hemos dejado solos a los adolescentes que sienten el llamado hormonal -natural- de la sexualidad.
El resultado final ha sido la mala enseñanza del amor romántico, dando oportunidad a los mal intencionados y maliciosos, para que ocupen el espacio y confundan. Ojalá nos decidamos a educar en la verdad a los menores. ¿Acepta?
ydarwich@ual.mx