El solo anuncio de que jóvenes vinculados, de una u otra forma al movimiento #YoSoy132 aceptaban la invitación para participar en un nuevo programa de Televisa llamado Sin Filtro fue suficiente para que se desatara una andanada de críticas e insultos a quien osaba traspasar la ley no escrita de imponer el aislamiento a la televisora de avenida Chapultepec número 18.
A través de las redes sociales los seis apóstatas, Antonio Attolini, Jorge Galván, Gisela Pérez de Acha, Marco Vinicio Bárcena, Daniela Higuera y Jorge Pérez, fueron objeto de todo tipo de improperios y amenazas: incongruentes, vendidos, traidores, fue lo menos que les dijeron. Por allí también les advirtieron que era mejor que Televisa les pusiera guaruras porque, tal cual, no de manera virtual o figurativa, les iban "a partir la m...".
Los seis renegados fueron víctimas del lenguaje fascistoide que han utilizado desde un inicio algunos simpatizantes o miembros del movimiento que comenzó en la Universidad Iberoamericana el 11 de mayo pasado.
Es la intolerancia que no admite la diversidad de opiniones o la disidencia. Mucho menos que alguien se le "salga del huacal", como en este caso esos chavos que aparecieron el domingo pasado a las 11 de la noche en Foro TV expresando, sin tapujos, su propia opinión.
Hizo bien el conductor del programa, Genaro Lozano en preguntarles de entrada a los participantes si asistían al evento con alguna representación. Todos respondieron que lo hacían única y exclusivamente a título personal. Daniela Higuera fue la única que dijo que ella sí pensaba hablar por un sector de la juventud mexicana, no el de #YoSoy132, que hasta ahora no había tenido voz.
Bien por ella porque los jóvenes de este país son mucho más que el movimiento reunido en torno a un hashtag (#), por mucho ruido que hayan hecho durante algunas semanas. Lo que vimos en Sin Filtro fue, como dijo Gisela, el binomio "ganar-ganar". Esto es, gana Televisa porque así le responde a quienes decían que era una empresa hermética, impermeable a la crítica y a la manifestación de ideas diferentes a las propias.
Ganan estos jóvenes porque acceden a un espacio en el que podrán decir lo que mejor les parezca.
Con todas las deficiencias propias de un primer programa, Sin Filtro es un trabajo pionero: ¿qué quieren los críticos? Así habla y piensa un sector poblacional de nuestro país. Es una porción urbana de clase media o alta, con educación universitaria, recientemente integrada a la política, instalada ya en la comunicación virtual.
Sobre la mesa los seis mohicanos volcaron un sinfín de ideas, así como fueron saliendo, desordenadamente, sobre el tema de "la democratización de los medios". No podía ser de otra manera, la presión que traían de los días anteriores cargados de odio por parte de examigos y enemigos fue mucha, los nervios de verse, la mayoría de ellos, por primera vez frente a las cámaras también impone.
Con todo y esas salvedades, me parece que, en conjunto, confunden "democratización" con apertura a la competencia; vale decir, lo que piden es que se resuelva la concentración tal como hoy existe en el duopolio televisivo.
Pero, la solución de ese problema pasa, necesariamente, cosa que se les olvidó mencionar, por la apertura de las telecomunicaciones en nuestro país. Para decirlo sin ambages: las telecomunicaciones están tan enlazadas hoy en día que es imperativo, para impulsar la competencia en la televisión, afectar al monopolio representado por Telmex.
No obstante, ese tema, insisto, no se tocó ni con el pétalo de una referencia en el programa Sin Filtro. Acaso porque tampoco ha sido tópico central del movimiento 132. El imperio de Carlos Slim no está en el radar de la discusión sobre la "democratización de los medios". No obstante, pese a su poder, es fundamental someterlo también a discusión y crítica.