Libia y Siria son dos de los países destacados por el Gobierno británico en su informe anual sobre Derechos Humanos para ilustrar “tanto las esperanzas como los desafíos planteados por la Primavera Árabe”.
Así lo subrayó el ministro británico de Asuntos Exteriores, William Hague, en la presentación del documento que analiza los progresos en materia de derechos humanos alcanzados en 28 países a principios de 2012, al tiempo que denuncia los abusos y violaciones que siguen cometiéndose en muchas partes del mundo.
El informe establece, según recordó Hague, “lo que el Gobierno británico está haciendo para promover los valores democráticos y los derechos humanos por todo el mundo” y dedica una sección a analizar 28 países cuya situación cataloga de “preocupante”.
La lista incluye este año a Fiji y la República de Sudán del Sur, además de dedicar un apartado específico a analizar el fenómeno conocido como la “Primavera Árabe”, a raíz de las revueltas ocurridas el pasado año en varios países de Oriente Medio y África del Norte.
De aquellos cuya situación en derechos humanos “preocupa”, Hague destacó a Siria y Libia “por ilustrar ambos tanto las esperanzas como los desafíos planteados por la Primavera Árabe”.
De Libia, el titular de Exteriores recordó que el Reino Unido “actuó en defensa de los derechos humanos de los libios” y que este país tuvo un papel “decisivo” para negociar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU “que allanaron el camino de la OTAN para proteger a los civiles amenazados por las fuerzas del desaparecido dictador Muamar Gadafi”.
También destacó que el Ejecutivo británico fue líder en la Sesión Especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que adoptó “el paso sin precedentes” de expulsar a Libia de ese Consejo.
Sobre Siria, donde ayermismo al menos nueve personas murieron y más de un centenar resultaron heridas por las explosiones de dos coches bomba conducidos por suicidas en Idleb, alertó de que la represión del régimen de Bachar al Asad “no puede continuar de forma indefinida” y que la paciencia de la comunidad internacional “tiene un límite”.