Encuentro difícil comprender la psicología de Benjamín Galindo cuando visita (o enfrenta) a equipos que cuando él era jugador eran temibles, pero que han dejado de serlo con el paso de los años. Parece que el Maestro se quedó con los viejos prejuicios y sigue viendo a las Chivas y al América como los grandes titanes del futbol mexicano, cuando todos sabemos, menos quizá él, que son instituciones históricas, es cierto, pero que están batallando en conseguir resultados desde hace varios torneos.
Santos Laguna es aquí el importante. Simplemente porque su carta de presentación es la del actual campeón. Y Benjamín fue precisamente quien consiguió ese tan fantástico adjetivo, ¿por qué, entonces, no utilizarlo en la práctica, en la cancha, en la actitud?
No quiero demeritar lo realizado por América. Es un buen equipo que ha encontrado la forma se sacar los resultados con la eterna polémica de si da espectáculo o no. Lo preocupante aquí es la forma en que Santos encara los partidos. No es pecado perder. Cualquier equipo en todos los deportes está expuesto a caer en una justa deportiva. Lo que no debe estar permitido es la forma tan condescendiente de hacerlo. Si vas a perder contra América en el Azteca, hazlo sin miedo. Preséntate como lo que eres, como el campeón. Y por el amor de Dios, dejemos de ser un equipo asustadizo de provincia, porque tiene mucho que Santos Laguna no se caracteriza por esa descripción.
Galindo declaró al final del partido que "ni las manos metieron", lo cual es muy cierto. Reconocer una verdadera lectura del juego es ya mucha ganancia. Pero Benjamín fue el primero en no meter las manos. No atacó en todo el primer tiempo. Se obstina en meter a Gerardo Lugo en lugar de Cándido Ramírez; saca a su delantero más peligroso en el nombre de Darwin Quintero y sustituye a Crosas para meter a Salinas en un cambio que no dice nada, no modifica nada, no cambia nada.
No hay nada de malo en perder. Pero el aficionado santista quisiera sentirse representado por su equipo como el actual campeón y no como un Santos de principios de los noventa, sin plantel, espantado porque el de enfrente se llama América. Los tiempos han cambiado.
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