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Somos tan jóvenes

ADELA CELORIO

 A Gosto es un mes que pasa desapercibido aunque no debería; ya que si bien fue un mes de marzo allá por el 1325 D.C. (Ome-Calli-Dos-Casa) cuando los peregrinos encontraron por fin la señal que esperaban para establecerse y fundar lo que sería el poderoso centro del imperio azteca donde de todo hubo: reyes, sacerdotes, guerreros, comerciantes, orfebres alfareros y hasta el famoso calendario que "llevaba la cuenta de los destinos y la cuenta de los años"; fue un aciago trece de agosto de 1521 (Uno-Serpiente del Año Tres-Casa) el día que el destino había previsto para dar por terminado un esplendor que duró sólo dos siglos, antes de que unos hombres barbados y malolientes llegaran de allende el mar a consumar aquí un brutal exterminio. La ciudad que había sido fundada en el lugar predestinado por los dioses, la que había sido la más poderosa, la magnífica Tenochtitlán; sucumbió.

"Y todo esto pasó con nosotros/ nosotros lo vimos/ con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados/ En los caminos yacen dardos rotos/ los cabellos están esparcidos/ Destechadas están las casas/ enrojecidos tienen sus muros/ Gusanos pululan por calles y plazas/ y en las paredes están los sesos./ Rojas están las aguas/ están como teñidas/ y cuando las bebimos/ es como si bebiéramos agua de salitre/ Golpeábamos en tanto los muros de adobe/ y era nuestra herencia una red de agujeros/ (Fragmento de "Visión de los Vencidos" publicada por la UNAM).

Apenas doscientos años de vida y esplendor antes de que sobre la sangre de los legítimos dueños, sobre sus templos y sus raíces se construyera una nueva civilización en la que los mexicanos pasaríamos a ser mestizos y bautizados; pero siempre ciudadanos de segunda para los conquistadores, quienes se enseñorearon en estas tierras durante casi trescientos años.

Menos mal que nada es para siempre y un día reaccionamos. Al "grito" no demasiado claro de "Muera el mal gobierno y viva Fernando VII"; iniciamos una larga lucha por la independencia que sólo después de once sangrientos años pudimos sentir consumada cuando también un 28 de agosto de 1821 se firmaron "Los Tratados de Córdoba" (esa tierra de abundancia y alegría donde yo nací).

"No fue triunfo ni derrota/ fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo/ que es el México de hoy" Así es y así quedó grabado entre la piedra de "La Plaza de las Tres Culturas" de Tlaltelolco.

Ya, ya imagino que se estarán preguntando qué viene que esta loca columnista salga ahora con una historia que todos conocemos. Pues viene a que nunca está por demás buscarnos en el pasado para entender mejor el presente, y como es agosto y no tengo nada que hacer, sacando cuentas se me ocurre que desde el Ome-Cali-Dos-Casa (1325 D.C.) hasta este 2012, apenas acabalamos seiscientos ochenta y siete años de historia registrada.

Somos por lo tanto un país en plena adolescencia y a pesar de los gritos patrioteros que se escuchan cada 15 de septiembre; los mexicanos todavía andamos dando tumbos por el tiempo, intentando construir con tantas piezas una sola identidad. De indígenas a mestizos, nos afrancesamos por mandato de Don Porfirio, presidente oaxaqueño con delirios de francés; para más adelante, caer en el deslumbramiento incondicional ante Mickey Mouse y su natal Disneylandia.

Ahora estamos ya inmersos en la globalización cuando aún no acabamos de tener cabal dominio sobre nuestro territorio. En la modernidad sin que encontremos todavía la forma de educar a nuestra diversa y multicultural población.

Nos dimos leyes, pero todavía no conseguimos darnos legalidad. Hemos pasado de la anarquía a la monarquía, a la dictadura; y hoy, sobre la marcha aprendemos a ser demócratas que es lo más justo y lo menos imperfecto de cuanto hemos intentado. Lo que toca ahora es consolidarla aunque en el proceso tangamos que enfrentar los comportamientos caprichosos de quienes sólo creen selectivamente en el sistema democrático.

Si ganan todo va bien, pero si pierden quieren parar el mundo. Habrá también que resistir los embates de los corruptos, de los traidores, de los diputados. Ojalá que ya fuera de otro modo pero de momento eso es lo que hay, y lo único que podemos desear es que nadie revierta el difícil camino andado hacia una democracia en la que -aunque de momento sólo sea teóricamente- se respetan las libertades, las diferencias, los derechos ciudadanos; y se repudia a todo aquel que promueve la división y el odio entre la sociedad.

Como decía antes, somos todavía un país muy joven, tenemos la energía y el tiempo para conseguir que la teoría de ahora se convierta en la práctica de mañana; cuando alcancemos la madurez.

Adelace2@prodigy.net.mx

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