SU SALUD BUCAL
Recordar al que partió de esta vida, al finado que reposa en paz. Aquél que soñó con un mundo más risueño el cual cruzó como un astro en la extensión vacía, pensando dejar escrito en ella algo, como la luz que en él vivía pretendiendo hacerle inmortal con esa huella de su sueño ya cumplido. Tener presente a los seres más queridos, es la vida eterna para ellos, en los recuerdos de quien le extraña y ama. Puesto que al fin de la existencia transitoria a la que tanto nuestro afán se adhiere, es la materia, inmortal como la gloria, la que cambia de formas; pero nunca muere.
En mi persona, mis padres están presentes siempre y como ellos, existen muchos más que con cariño les recuerdo. Por ello el día de finados sirva de motivo mas no la razón única para dar la existencia perenne que merecen.
Manuel Acuña Narro, el poeta… Que me sirve para expresarme, al pasar los años resulta ser un desconocido para muchos, Lo de menos sería tener la consideración a su persona si se le conoce como el romántico que se suicida por "Rosario". Acuña Narro como poeta escribe con romanticismo al amor, y en su Nocturno describe su pasión: ¡Pues bien! Yo necesito decirte que te adoro, decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo tanto, y al grito que te imploro, te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión. Sin embargo, también escribe Ante un Cadáver ¡Y bien! aquí estás ya... sobre la plancha donde el gran horizonte de la ciencia la extensión de sus límites ensancha. Aquí estás ya... tras de la lucha impía en que romper al cabo conseguiste la cárcel que el dolor te retenía. La Madre es sólo el molde en que tomamos nuestra forma, la forma pasajera con que la ingrata vida atravesamos. Pero ni es ésa, la forma la primera que nuestro ser reviste, ni tampoco será su última forma cuando muera.
Que el día de finados sirva también como motivo para recordar que Manuel Acuña Narro tuvo su origen en Coahuila y no en balde un municipio del Estado lleva su nombre como también en toda la república se le ha asignado una calle en su memoria.
Manuel Acuña Narro nació el 27 de agosto de 1849 en la ciudad de Saltillo, Coahuila y con grandes inquietudes intelectuales pretendiendo apagar la sed que le devoraba, como lo describe en su poesía "Lágrimas" a su padre. Partió de su hogar siendo aún un niño a la Ciudad de México. Se integró como interno en el Colegio de San Idelfonso donde cursó con talento los años para posterior pasar a la Escuela de Medicina donde tenía su morada en el cuarto No. 13 del corredor bajo el segundo patio donde además éste era el albergue de varios estudiantes. Conviene mencionar que Acuña escribe su obra literaria entre 1868 y 1873 o sea entre las diez y nueve y veinticuatro años, cuando apenas iniciaba su juventud. En esa época se encontraba envuelto entre generaciones de reformistas y liberales que acaban de hacer dos guerras y de revolucionar la conciencia política y social de México, se relaciona con una nueva generación nacionalista como la de Altamirano quien ya se manifiesta públicamente en 1869 en un semanario el Renacimiento.
En enero de 1868 inicia sus estudios de Medicina, cuando muere sólo había concluido el cuarto año de su carrera.