Sin duda, el presente es tiempo de superación, pero lo estamos logrando con alto sufrimiento del ser humano; imposible compararlo con otras épocas de la historia, ya que cada cual tuvo sus particularidades culturales, grado de civilidad y retos a enfrentar.
La promesa de una vida mejor siempre ha sido una propuesta cautivadora en diferentes épocas; luego, llega una nueva con alternativas y decisiones diferentes, para repetir el ciclo.
Si el medioevo vivió el oscurantismo y la lucha contra la plagas y epidemias -recuerde la peste negra- que amenazaban acabar con la humanidad de ese tiempo; la llegada de la ilustración también ofreció alternativas de elección y retos que debieron superarse; igual sucedió con la industrialización y los cambios de formas de convivencia, un reto fuerte para los vivientes de esa época, con la transformación de la vida rural a urbana y la aparición de las enfermedades llamadas "laborales", hasta entonces desconocidas.
El arribo del desarrollo tecnológico, la era de la comunicación y la sociedad del conocimiento, también generaron cambios y ahora ponen en riesgos a las formas de vida familiar y de las sociedades.
Recuerde que la familia es la célula fundamental y estructural de la sociedad, al menos como la hemos vivido hasta hoy, y por las agresiones que sufre, debe ser compensada de alguna manera.
Ahora aparecen nuevas enfermedades que atacan a los humanos; además de las producidas por resistencias bacterianas, virales o las ocasionadas como consecuencia de la contaminación y los cambios climáticos, profundizamos en las patologías del espíritu, esas llamadas psicológicas y psiquiátricas.
Carl Marx, en su momento, dijo que: "el empobrecimiento material traería consigo la revolución y la caída del capitalismo", durante mucho tiempo la consideramos una afirmación errónea, pero ahora regresa para ser nuevo caso de estudio: actualmente, la felicidad es suplida por el sufrimiento, curiosamente más marcado en los países desarrollados.
Las noticias que nos llegan por los diferentes medios de comunicación nos confirman la insatisfacción de la gente; la pobreza abarca a más personas y las diferencias entre las formas de vivir entre ricos y pobres es muy marcada, incluso al interior de los mismos países y eso es causa de inconformidad, protesta y hasta rebeldía.
Conforme pasa el tiempo, el consumismo produce más estragos en la idea de concordia entre los seres humanos y como afirmaron Gilles Deleuze, filósofo y Félix Guattari, psiquiatra, en el libro "Antiedipo": "el deseo no busca la revolución, es revolución por derecho propio".
Y es revolución lo que observamos en el mundo, caso de Europa y América, ante la falta de oportunidades; por ejemplo: los "indignados" o "soy 132".
Por diferentes medios, se ha denunciado la enfermedad social del siglo XXI: el sufrimiento por la falta de oportunidades, principalmente entre los jóvenes, que ven coartadas sus aspiraciones de superación y logro. En contraparte, el consumismo les ha llevado a desear, pero sin poder alcanzar, creando sentimientos profundos de inconformidad y deseos de tener cosas materiales que les inducen por medio de la mercadotecnia y la publicidad.
Los médicos y psicólogos saben de la neurosis y las enfermedades psicosomáticas, que cada día son más frecuentes, en la medida en que hay sufrimiento e insatisfacción; lograr evadir la sensación de fracaso o el enfrentamiento social y familiar, ha sido resuelto -erróneamente- por medio de la neurosis; la depresión también crece y han aparecido otras que ahora nos parecen comunes, pero que en tiempos pasados eran consideradas como sofisticadas, como la anorexia y la bulimia. Incluya las disfunciones sexuales.
Ya desde los noventa del siglo anterior, el informe Gallup, denunciaba las enfermedades por estrés como principales enemigas de la productividad. Estar permanentemente cansado, con dificultades para concentrarse, tristeza, melancolía o insomnio, son algunas de las manifestaciones del "Burnout", enfermedad frecuente entre ejecutivos, profesionistas jóvenes y profesores.
La necesidad artificial de "tener", nos hace esforzarnos en trabajar desesperadamente y, en algunos casos, cada vez más frecuentes, timar, robar, profundizar en la cultura del "no pago"; empobrecernos moral y éticamente.
En ese entorno, podemos entender que no aceptar la realidad favorece el incremento escandaloso en el consumo de drogas, mayormente en culturas como la norteamericana, siendo una fuga a la realidad de esas personas que ya no pueden enfrentar más tiempo y por sí solos la insatisfacción y el sufrimiento.
El cinismo, abandono y la actitud irresponsable de las autoridades, que evaden enfrentar de lleno el problema, lo agudiza, evidenciando su compromiso de cuidar intereses ajenos, más que bien común.
Sé que me puede decir: ¿y yo qué puedo hacer?
Le contesto que mucho, particularmente con su caso y el de los cercanos: simplemente tomar conciencia, reconocer su aceptación de esa esclavitud impuesta en el consumir innecesariamente y proponerse encontrar otras formas, verdaderas, del camino a la felicidad. ¿Usted qué me dice?
ydarwich@ual.mx