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Sus productos son adquiridos en boutiques

Dinak Padrés Zanaboni dejó su trabajo estable por un negocio propio.

Dinak Padrés Zanaboni dejó su trabajo estable por un negocio propio.

El Universal

Para dejar atrás una profesión, un empleo fijo, un sueldo seguro cada quincena y las comodidades de un horario para iniciar la aventura del llamado emprendedurismo, pocos son capaces de hacerlo y se dejan llevar por su instinto creativo.

Dinak Padrés Zanaboni, directora de la firma Mirlo, dedicada a la producción de bolsas de mano, cambió todo ello para dar rienda suelta a su creatividad basada en la naturaleza y su gusto por el diseño.

“Tengo la carrera de Comunicación, trabajé en agencias de Relaciones Públicas, pero decidí seguir mi sueño, así que renuncié y comencé a diseñar con los ahorros de mi trabajo”, explica.

Con un capital semilla de 50 mil pesos, esta joven emprendedora apostó por su ideal y realizó pruebas con sus amigas, quienes, durante 4 meses probaron cada uno de sus diferentes modelos para mediante prueba y error, realizar las mejoras pertinentes a dichos productos.

Aunque su historia como empresaria aún no llega al año, ya conoció lo que muchos pueden considerar como suerte o recompensa y a la vez la cruda realidad de no volver a tocar puertas para una oportunidad.

“Inicié en abril de 2011, con un concepto de empresa 100% mexicana al igual que la maquila con diseños propios inspirados en la naturaleza en forma de animales y caracoles, pero siempre con la figura del mirlo, generando una producción pequeña de tan sólo 10 bolsas que al poco tiempo aumentó”, detalla.

Ese mismo mes Padrés inició como proveedora en tiendas de la zona de Satélite, Perisur y Condesa, con un costo alto pero con mucho éxito al gustar su propuesta al dueño de las boutiques. Sin embargo, al asociarse su cliente con una tienda muy reconocida, tuvo que dejar fuera del contrato a todos los diseñadores independientes, entre ellos Dinak, lo cual la obligó a buscar ventas por catálogo y otras boutiques.

Aunque no se arrepiente de su decisión, asegura que es muy complejo entrar en el mercado, porque hay algunas tiendas que niegan la oportunidad a los nuevos diseñadores y sólo se enfocan a ciertas marcas.

“Además de la oportunidad, en esta industria dependemos del target o público meta, porque a mucha gente la marca la define el bolso y si no tiene el nombre de la marca escrito en todo el exterior del producto, no se sienten seguras, pero hay quien buscan algo diferente”, asegura.

Para ello, utiliza piel, tela y material sintético, siendo otro de los obstáculos, ya que es complejo encontrar quién le proporcione los colores que desea como el turquesa e implica que busque diversas opciones y eleva el costo de producción.

Pese a la adversidad, se mantiene firme y con un espíritu positivo para concretar su primer objetivo: seguir buscando aparadores que exhiban sus diseños. Ella, como buena empresaria, está convencida de que su producto es atractivo a la mirada y tacto de las consumidoras que pagan entre 675 pesos y 2 mil 500 pesos por cada bolso o carteras de 550 pesos.

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