EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

También el suelo tiene problemas

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ G.

En una colaboración anterior nos referimos a la remediación que se realizó por las oficinas de medio ambiente de los tres niveles de gobierno, de las instalaciones de la Planta Mezcladora de Insecticidas de la entonces llamada Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC), ubicada en la Villa Gregorio García, destacándola como una acción necesaria y meritoria porque se eliminaron toneladas de residuos peligrosos albergados en esas bodegas, cuando hace unos días investigadores del departamento de suelos de la UAAAN publican información sobre la contaminación de los suelos agrícolas por residuos de agroquímicos.

Cada vez que nos referimos a problemas de deterioro ambiental tomamos como referencia principal la contaminación del aire, particularmente el caso provocado por una empresa minero-metalúrgica a la que se agregan el parque vehicular o el hato ganadero, o del agua derivada de la sobreexplotación de los acuíferos que involucra a las empresas agroganaderas que la extraen del del subsuelo y aplican en la producción de forrajes, en especial alfalfa o incluso de la pérdida de biodiversidad por la expansión de las actividades humanas que ha limitado la presencia de una importante fauna y flora silvestre en varios reservorios naturales que, afortunadamente, se encuentran sujetos a protección.

Sin embargo, no se ha considerado con la debida importancia la situación de los suelos que han sido impactados por el crecimiento demográfico y la consecuente expansión de los asentamientos que se ocupan en la construcción de viviendas y demás áreas sometidas a procesos de urbanización, y que a su vez multiplican la generación de residuos sólidos como fuente de contaminación en las ciudades y sus periferias; pero también existe el caso de los suelos agrícolas que en La Laguna se utilizan cada año para ese fin en la nada despreciable superficie de 140 mil hectáreas, la mayoría de ellas cultivadas con riego superficial y subterráneo.

El uso de agroquímicos constituye una de las herencias desafortunadas de la llamada revolución verde de mediados del Siglo XX, que se expresó en la multiplicaron considerable de los rendimientos en algunos cultivos utilizando insumos de alto impacto ambiental y mecanizando las labores agrícolas; este aumento en la productividad de los cultivos implicó el uso de genotipos mejorados (variedades e híbridos) sembrados con densidades de poblaciones mayores que requirieron la aplicación de paquetes tecnológicos donde el uso de fertilizantes sintéticos e insecticidas era considerado indispensable, no sólo para asegurar un mayor rendimiento sino también garantizar el desarrollo del cultivo.

Durante el siglo pasado el algodonero ocupó el porcentaje mayor de superficie agrícola, que requirió una inversión importante para producirlo y donde la adquisición y aplicación de agroquímicos representó entre el 30 y 40 por ciento de los costos de producción realizándose un gran número de aplicaciones en cada ciclo agrícola, es decir, descargando miles de toneladas en esas áreas en forma líquida, sólida o granulada.

Lamentablemente estos productos químicos como los plagicidas organofosforados que señalan los investigadores de la UAAAN, al aplicarse cambian la composición química del suelo contaminándolo, además de que se dispersan y provocan daños en la fauna y flora aledaña a los cultivos y a la misma población que vive cerca de éstos; requieren procesos de degradación prolongados y mientras perduran crean un ambiente artificial que afecta a los organismos vivos.

Dichos investigadores indicaron que la contaminación que padecen nuestros suelos no sólo obedecen al uso de agroquímicos, sino que agregan otros componentes como sales solubles o sodicidad, probablemente originada en el uso de agua del subsuelo para el riego de los cultivos que presenta altas concentraciones salinas debido a los abatimientos que sufre el acuífero de donde se extrae, como consecuencia misma de su sobreexplotación, así como nitratos, quizá derivados del uso de fertilizantes o de los estiércoles que genera el hato ganadero en la región.

Pero más lamentable es la escala en que clasifican el grado de contaminación detectada en los suelos agrícolas muestreados en la región, en valores de 7 a 8 dentro de una escala de 1 a 10, que los convierten entre los más contaminados del país o el planeta, de ahí que no es gratuito que Naciones Unidas nos ubique en el nada meritorio liderazgo de contaminación y que La Laguna presente serios problemas de salud pública por los altos índices de padecimientos como alergias, asmas o el mismo cáncer.

La información divulgada por esos especialistas nos indica que el deterioro ambiental se observa en todos nuestros recursos naturales, y que la recuperación de estos constituye una necesidad ineludible puesto que ya no podemos decir que somos una población que respira aire limpio en la ciudad o el campo, o que ingiere agua potable de la llave o que nos asentemos o vivimos en áreas donde los suelos tampoco estén contaminados. Vaya reto que tenemos, sobre todo el que enfrentarán las siguientes generaciones por la desafortunada herencia que les dejamos con un capital natural destruido en aras de producir y vivir como hasta ahora lo hemos hecho, y que si asociamos a la destrucción misma del capital social que nos hereda el neoliberalismo, debemos preocuparnos seriamente por el futuro de nuestra región, tan lejos de la sustentabilidad.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 752514

elsiglo.mx