Los medios de comunicación y redes sociales han privilegiado rapidez y localismo de la noticia, ignorando desvaríos analíticos o poco tangibles. Desde hace dos décadas, en México se enfatizan notas rojas y amarillistas que antes eran sección aislada en los informativos. No somos los únicos afectados por el aldeanismo, del cual escapan diarios de penetración internacional, que satisfacen a un público con cierta sofisticación y apetito de noticias globales. Esta entropía nos distancia de otras realidades.
A pesar de los sueños de integración, las sacudidas europeas se discuten con énfasis nacional y regional, haciendo a un lado lo estipulado en los acuerdos de Lisboa. El dicho mexicano de que cada quien se rasque con sus uñas, es la regla en ese continente.
El nuevo gobierno español inició su gestión con medidas devastadoras para el bienestar popular, buscando controlar el déficit, acatando lo decidido por Alemania y Francia. El resto de los países hace lo propio, generando un proceso lleno de consecuencias políticas y sociales. Hay moneda común, pero es discutible la unión. El movimiento de indignados ha trascendido fronteras, debido a que la crisis económica occidental cerró el mercado de trabajo. Los brotes xenófobos en Italia, que se han significado con crímenes de odio contra migrantes, han aparecido en otros países, donde el reclamo es que se atiendan con exclusividad urgencias de los nacionales, ignorando, en el extremo, aun a los extranjeros que acreditan su estancia con documentos válidos.
El huevo de la serpiente parece incubar otras respuestas, a través del florecimiento de gobiernos de extrema derecha. El debate de Iowa no podía haber sido más conservador; amparados en valores morales, disfrazaron su desesperación por un modo de vida que no recuperan. Si este discurso penetra la campaña presidencial, la presencia de los migrantes se regulará por legislaciones racistas como las de Arizona y Alabama.
El legendario respeto ruso por el autoritarismo lo están resquebrajando los efectos de turbulencias en otras regiones del mundo, desafiando por primera vez los tradicionales procesos electorales fraudulentos. Es probable que esta protesta sea sofocada por la fuerza del Estado. Sin embargo, ya logró vencer el histórico temor reverencial al aparato represivo. El tercer período de Putin, si reconocemos que su papel de primer ministro fue parodia, tendrá la disyuntiva de abrir el juego político o reprimir al viejo estilo.
Hace un año se iniciaron las convulsiones de la primavera árabe, que anunciaban un renacimiento político, que rompería la estructura de regímenes tan opresivos como corruptos. Hoy enfrentan el invierno del islamismo y de inmensas dificultades socioeconómicas.
Sin embargo, la vehemencia y certeza con que reclaman su derecho a una vida digna, permite pensar en que accederán a sistemas más participativos. La decisión insólita de la Liga Árabe de enviar observadores a Siria es un paso en la buena dirección, que contrasta con la indiferencia del Consejo de Seguridad, de las grandes potencias e incluso de la comunidad internacional, que condonó la masacre libia, como hoy perdonan a Al Asad.
Es claro que la crisis económica mundial depara aún muchas sorpresas en espacios sociales y políticos. La parálisis del G8 y del G20 de la ONU se explica por la ausencia de respuestas, ya que los líderes están absortos en atender demandas domésticas que no admiten distracción. Lo sensato parece ser el mensaje de que cada país haga esfuerzos por llegar a buen puerto. Los electorados no dejan espacios para filantropías fuera del ámbito interno. Eso explica que Irán aproveche la coyuntura para posicionarse como potencia nuclear. Sus desafíos parecen calcular las obligadas ausencias europeas y el alto costo interno que pagaría Obama de regresar a esa zona, cuando su campaña de reelección está asentada en ahorros de gastos, que incluyen disminución de presencia externa.
Las elecciones en Francia, Rusia, EU, México y los nuevos mandos en China serán lo relevante de 2012. No habrá soluciones globales, como lo confirmó la COP 17.
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