En un paso de calado en la transición de la seguridad en Afganistán, la misión de la OTAN en el país asiático (ISAF) cedió hoy oficialmente a las autoridades afganas, y tras varios retrasos, el mando de la importante cárcel de Bagram, ubicada en una base militar de EU cercana a Kabul.
El traspaso fue certificado con una simbólica ceremonia a la que asistieron el ministro afgano de Defensa en funciones, Inayatulá Nazari, y el jefe del Ejército, Sher Mohammad Karimi.
La Alianza Atlántica, por su parte, estuvo representada por su máximo comandante en Afganistán, el general John Allen, responsable también de las fuerzas estadounidenses.
"Hoy, en una gran ceremonia en el aeropuerto de Bagram, la responsabilidad de la prisión fue entregada al Gobierno afgano", explicó el segundo portavoz del Ministerio de Defensa, Daulat Waziri.
De acuerdo con su relato, la transferencia siguió la hoja de ruta marcada por las partes en un memorando de entendimiento firmado hace seis meses, en el que se establecía el mencionado plazo para que el Gobierno afgano asumiera definitivamente el control de la prisión.
Sitiada a unos 60 kilómetros al norte de Kabul, en la provincia de Parwan, el centro penitenciario alberga unos 3,000 reclusos, muchos de ellos cabecillas de la insurgencia talibán, y ha sido utilizado como la mayor y más importante prisión de EU en Afganistán.
Ello la ha situado en el eje de varias controversias desde la invasión del país liderada por las fuerzas estadounidenses, a finales del año 2001.
Una de las más intensas ocurrió el pasado febrero, cuando la supuesta quema de ejemplares del Corán en su interior desató una ola de violencia en distintos puntos de Afganistán en la que murieron una treintena de personas.
Además, organizaciones defensoras de los derechos humanos como Amnistía Internacional han criticado con frecuencia que EU ha recluido en esta prisión a "centenares de personas, entre ellas menores de edad, sin acceso a abogados ni a tribunales".
La devolución de la autoridad sobre Bagram supone un paso crucial en el proceso de transición de la seguridad entre las fuerzas extranjeras y afganas, que comenzó en julio de 2011 y debe culminar en 2014, cuando según lo previsto no quedarán tropas de combate aliadas en el país.
El Ejército y la Policía afganos han asumido en los últimos meses el mando en más de la mitad del territorio aunque aún siguen bajo control de la ISAF algunos de los distritos más conflictivos y con mayor presencia insurgente, sobre todo en el sureste del país.
Desde 2010, Kabul había anunciado en repetidas ocasiones que asumiría el control de Bagram, pero el traspaso no acababa de concretarse, y este fin de semana, el presidente Hamid Karzai advirtió incluso de que otro retraso sería considerado "una ruptura en la soberanía".
Según algunos medios locales, el mandatario mantuvo de hecho una disputa verbal al respecto durante una reunión con Allen y el embajador estadounidense en Kabul, James Cunningham.
El portavoz de la ISAF, Günter Katz, desmintió, no obstante, en una rueda de prensa esta versión, que tampoco ha podido ser confirmada a través de fuentes de la Presidencia afgana.
El analista político Wahid Muzha rebajó la importancia de la transferencia y subrayó que "la soberanía afgana no está supeditada a un único centro de detención que ha estado bajo mando de las fuerzas extranjeras por diez años".
"Tenemos mucho de lo que ocuparnos para salvaguardar nuestra soberanía", dijo.
De acuerdo con el analista, las mismas violaciones de los derechos humanos que se han registrado en Bagram suceden también en cárceles bajo control afgano en otras partes del país.
"He sido testigo de que a algunos reclusos les han cosido la boca por mal comportamiento en una cárcel cerca al sur de Kabul", aseguró Muzhda, que opinó que "será complicado" para Kabul "mantener la seguridad de la forma en que lo hacía EU".
