La manifestación celebrada el lunes pasado frente a la Presidencia Municipal de Torreón, a la que convocó el grupo "Participación Ciudadana 29" para interpelar a las autoridades por su mal desempeño, culminó en una confrontación con priistas utilizados como fuerza de choque en contra de los manifestantes, al modo de las Brigadas Bolivarianas de Hugo Chávez en Venezuela.
Existe un número significativo de ciudadanos que exige la renuncia de Olmos sin embargo, al Alcalde y a su equipo los mantiene en el cargo su propia irrelevancia. Olmos es un mero delegado del grupo Moreira, y el Municipio como tal está reducido a cero como entidad política. A ello corresponde el reclamo de la convocatoria: Cero seguridad, cero obras, cero transparencia y ahora a raíz de la represión absurda que se comenta, cero libertad de reunión y cero libertad de expresión.
A lo anterior se suma en forma coincidente con la protesta, otro ataque evidente a la iniciativa privada y a la población en su conjunto: El regreso masivo de los vendedores ambulantes al centro histórico denunciado según El Siglo de Torreón del día de ayer por el Presidente del Consejo Lagunero de iniciativa Privada, que sea por comisión u omisión, es responsabilidad del desgobierno municipal que encabeza Olmos Castro.
Cada semana estalla un nuevo escándalo. Después de meses de mentiras de Olmos, Chávez Rosique y Lauro Villarreal sobre el monto real de la deuda municipal y de asegurar que su monto era de ciento veinte millones de pesos, hace dos semanas se supo que la Síndica de oposición Natalia Virgil siempre tuvo razón, al advertir a la ciudadanía que la deuda rondaba cerca de los quinientos millones de pesos.
La semana pasada el periódico Vanguardia de Saltillo publicó los pormenores de un nuevo fraude en la adquisición del hospital municipal de Avenida Ocampo y Calle Once, en virtud del cual para legitimar la operación la parte vendedora presuntamente falsificó la cancelación de un gravamen hipotecario en complicidad con el Municipio y el Registro Público de la Propiedad. Increíble pero cierto.
La nuestra es una ciudad tomada por invasores externos en la que el Gobierno se comporta como enemigo de la sociedad con la ayuda de colaboracionistas locales, capaces de enfrentar en forma violenta a la sociedad torreonense consigo misma.
La protesta contra Olmos y la represión consiguiente aportan a Moreira la siembra de cizaña, el beneficio de la división de las fuerzas sociales y la distracción del problema fuente de todos los demás: La megadeuda de Coahuila impune, producto de la rapiña y la opacidad.
Por eso es plausible la reciente visita de Eduardo Bohorquez, Presidente de Transparencia Mexicana, que la semana pasada visitó nuestra ciudad invitado por la delegación local de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación.
El ilustre invitado señala la poca participación ciudadana como causa de la opacidad, y como el principal aliciente para que los malos gobernantes dispongan a discreción de los recursos públicos sin que se les cuestione y recalca que una ciudadanía informada que ejerza sus derechos es un pilar vital para la transparencia, en tanto que un público apático ignorante de sus derechos y pasivo ante los abusos administrativos, ofrece un caldo de cultivo para la corrupción.
De ahí el enorme interés del eje Moreira-Olmos, por sostener fuerzas de choque pagadas con recursos públicos que deberían ser utilizados en el combate a la pobreza, que además de infundir miedo y reprimir la participación ciudadana, llegan al extremo de apoyar la rapacidad del gobierno estatal y de aplaudir la incuria del gobierno municipal.
Lejos de claudicar, los ciudadanos de Torreón conscientes de nuestros derechos debemos considerar la experiencia cuyo comentario nos ocupa, como un foco rojo más que se enciende amenazando nuestras libertades cívicas, y generar nuevas estrategias pacíficas para el ejercicio eficiente de nuestros derechos.
