Somos 115.3 millones de mexicanos de los cuales, según el Inegi, 51.4 millones formamos parte de la población "económicamente activa". De éstos, 2.6 millones están desempleados. Sólo 48.7 millones tienen una ocupación productiva.
Entre los ocupados 4.6 millones, según la Secretaría de Hacienda, trabajan para el sector público. Son maestros, médicos, trabajadores de paraestatales y burócratas que no pueden ser despedidos y gozan de prestaciones superiores a la población en general. También están en la cifra diputados, senadores y altos funcionarios.
Los trabajadores registrados en el IMSS son 16.2 millones que compiten en una economía de mercado, pagan los impuestos que sostienen la economía y subsidian los sueldos de muchos en el sector público.
Los trabajadores registrados en el IMSS y el sector público son 20.8 millones, apenas un 42 por ciento de los ocupados. Los subordinados y remunerados, según el Inegi, ascienden a 32 millones. Más de 11 millones no están así registrados ni en el IMSS ni en el sector público. Son, me imagino, semiformales.
Según el Inegi 11.2 millones de trabajadores laboran por cuenta propia sin personal a su cargo: abogados, médicos, carpinteros, plomeros y periodistas, entre otros, que no tienen siquiera una secretaria. Los propietarios de bienes de producción con trabajadores a su cargo, los odiados empresarios, suman 2.3 millones.
El Inegi registra a 3.2 millones como trabajadores sin remuneración. En México no sólo existe todavía la esclavitud, sino que además está muy extendida. Muchos trabajadores son explotados por sus propios familiares.
La campaña de publicidad que se oponía a la reforma laboral argumentaba que nadie en el país puede querer trabajar menos de una jornada completa. Nunca han conocido a una mujer o a un joven que desee un empleo de medio o menos tiempo para cuidar a sus hijos o estudiar. Las cifras del Inegi nos dicen, en contraste, que el 7 por ciento de las personas trabaja menos de 15 horas a la semana.
Los opositores a la reforma laboral no querían dar más ventajas a los "empresarios". Piensan que la mayoría de los mexicanos trabajamos para grandes empresas. Pero sólo 4 millones, 9.8 por ciento de quienes trabajan fuera del sector agropecuario, lo hacen. La mayoría, 27.1 millones, laboran para micro o pequeñas empresas con unos cuantos trabajadores. Estos empresarios ganan menos que cualquier diputado, senador o director general del gobierno. Hacen milagros para sobrevivir.
El 29.2 por ciento de los trabajadores en México, 14.2 millones, laboran en el sector informal según el Inegi. Una definición más estricta elevaría el número. Estos trabajadores no gozan de prestaciones y pueden ser despedidos a discreción y sin indemnización. Pero de ellos no se preocupan los políticos que se opusieron a la reforma laboral. Lo que quieren es más beneficios y seguridad para quienes están trabajando, aunque esto detenga la creación de nuevos empleos formales.
Mucho menos les preocupan los 2.6 millones de desocupados o los 4.2 millones de subocupados, que quieren trabajar más, pero no encuentran cómo hacerlo, o los millones atrapados en empleos con salarios o condiciones que los dejan insatisfechos, o los 6 millones económicamente inactivos que quieren un empleo, pero no lo han buscado. Todos éstos son invisibles para quienes se opusieron a una reforma laboral que busca hacer más fácil la creación de nuevos empleos. ¿Quién puede querer más puestos de trabajo si todos podemos vivir felizmente del gobierno?
HUELGA GENERAL
La huelga general es muestra de la insatisfacción de los sindicatos en España. Pero las huelgas, en lugar de ayudar, afectan la capacidad de recuperación económica. Si realmente se quisiera una recuperación rápida habría que tomar medidas para aumentar la competitividad del país y en particular una reforma laboral. Pero los mismos sindicatos que hoy protestan se oponen a esa reforma.
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