Deportista. Miguel tiene 12 años, la escuela le parece aburrida, pero practica muchos deportes.
Conoce de productos exóticos
"¿Le ofrezco un jamón serrano o un queso europeo, quizá alguna tapa o una baguette?", pregunta Jonatan Emiliano Meza a cada uno de los clientes que acude al mercado de San Juan, ubicado en la calle Ernesto Peugibet, colonia Centro, a comprar productos exóticos.
Jonatan tiene 13 años de edad, estudia primer grado de secundaria, vive en la delegación Azcapotzalco y cada domingo, desde hace siete meses, trabaja en el puesto "Gastronómica San Juan", de 8:00 a 17:00 horas. Su papá labora en el mismo sitio.
"Al principio, le dije a mi pa' que le ayudaba, pero ya después lo tomé como un hobby para trabajar los fines de semana y ganarme dinero para mi uso personal".
Más allá de sufrirlo, a Jonatan le gusta su trabajo porque conoce gente de varias partes del mundo; en una ocasión, un cliente de Canadá le regaló una medalla y otro de alguna nación que no recuerda, le dio una "banderita".
Ha aprendido a degustar "la buena comida": los sandwiches que se lleva a la escuela se los prepara con queso tipo Gouda; además, le llama la atención de dónde provienen los jamones y salamis que ofrece a los comensales.
"Tengo que investigar y aprender los sabores y olores de los productos para yo decirles a los clientes, qué, de dónde es y por qué fue". Entre las 14:00 y 16:00 horas, el mercado se satura. Para esa hora del día, Jonatan ya tuvo dos descansos, uno para desayunar y otro para comer.
Hasta 500 pesos se lleva a la bolsa; 200 pesos le dan en el puesto y el resto se lo gana de las propinas.
Entre semana, asiste a la escuela y por las tardes hace la tarea; ve la televisión, navega un rato en Internet y actualiza su Facebook. El sábado descansa y se entretiene con los juegos de video. Cuando sea adulto quiere dedicarse a la gastronomía, estudiar y aprender a cocinar y aunque su voz y su cuerpo aún reflejan su corta edad; Jonatan cada vez más se aleja de su infancia.
Ama el balón y quiere ser empresario
Juan Carlos M. tiene 15 años de edad y estudia dos horas, todos los días, en el Instituto Nacional de Educación para los Adultos (INEA). En cada módulo realiza diferentes lecturas; los maestros hacen preguntas y él debe de responder, como el resto de sus compañeros, lo que entendió sobre el texto.
Noticias con contenido sobre futbol es lo que a Juan Carlos le gusta leer, además de respirar, soñar, jugar y hablar todo lo que tenga que ver con este deporte que mueve al mundo. Los miércoles lo practica cerca de Ciudad Universitaria.
Cuando sale del INEA entre semana -que es a las 12 del día- se va a trabajar al paradero de microbuses que se encuentra en Periférico y Tlalpan. Pero quince minutos antes de las tres de la tarde se va a los talleres que, de lunes a jueves, se imparten en el Centro Comunitario Ajusco, de Ednica, asociación que trabaja con niños en situación de calle.
"Hay veces que soy limpiaparabrisas. A veces vendo o luego ayudo a los micros en los cruceros a gritar", dice Juan Carlos.
Antes de trabajar en el paradero -cuenta- se aburría en su casa y, a petición de él, comenzó a ayudarle a su mamá en la fonda económica donde ella laboraba. "Y ahí conocí a unos cuates, y ellos me empezaron a decir que me fuera a trabajar con ellos en el crucero".
A la semana gana aproximadamente 300 pesos. Cuando su mamá necesita le da dinero, y cuando le gusta algo (tenis, mochilas o ropa) ahorra y se lo compra.
Un vez, unas educadoras se acercaron y lo invitaron a que asistiera a los talleres de Ednica y aceptó. En estos lugares comparte tareas con otros compañeros que también trabajan en la calle; se divierten con juegos de mesa y de computadora.
Para este joven, que nació en una comunidad de Querétaro y desde hace dos años vive en Álvaro Obregón, su sueño es... "se escucha chistoso, pero quiero ser empresario, quiero tener mi negocio propio".
Es deportista, artista y vende juguetes
Miguel "G" cuando toca el agua de la alberca y se sumerge se olvida de sus ocupaciones; le encanta nadar y convertirse en un "pez" durante unos minutos, afirma sonriente.
A sus 12 años de edad, cursa sexto de primaria, talleres extracurriculares y vende juguetes afuera de la estación Ciudad Universitaria del Metro.
La escuela le parece aburrida, las clases no logran captar su atención y prefiere no preguntar cuando algo no entiende; sin embargo su materia favorita es "artísticas". Miguel no hace la tarea, porque no le gusta; no encuentra interesante la lectura y tampoco el estudio.
Una sonrisa aparece en su rostro y sus mejillas se sonrojan, al hablar de los dibujos que hace a lápiz.
Todos los días se levanta a las seis de la mañana para llegar a la escuela a las 8:00 y salir a medio día.
Luego, se va a ayudarle a su abuelita a atender uno de los puestos ambulantes que tiene afuera de la estación CU.
Vende carros de diferentes tamaños, muñecas, alhajeros, pulseras y bolsas, durante aproximadamente cinco horas de lunes a viernes.
"Yo despacho y le doy el dinero a ella, y es que mi tía a veces le deja su puesto a mi abuelita, entonces ella cuida uno y yo atiendo el otro", afirma en un tono familiar.
En este caso, Miguel no percibe sueldo, pero cuando necesita algo, su abuela o su mamá se lo compran.
Miguel también va a los talleres de Ednica, Asociación Civil que atiende a población infantil que trabaja en la calle.
Miguel muestra timidez al contar su vida: en pocas palabras relata que vive con su abuelita, su mamá y dos hermanas menores, en uno de los poblados del Ajusco.
Además de sus dibujos que hace a lápiz, a Miguel le encanta aprender diferentes deportes; juega futbol, basquetbol, practica la natación y pronto irá a clases de box.
Su forma de nado favorita es de crol y los clavados.
Vende agua, estudia y juega futbol
Con sus ojos de color miel esconde su timidez; su voz está en la transición de aguda a grave; Alfredo tiene 15 años de edad, cursa el tercero de secundaria y por las tardes le dedica cuatro horas a la venta de garrafones de agua.
Vive con su familia en la colonia Lomas de Santa Cruz, delegación Iztapalapa; cuando habla de sí mismo se sonroja y al contar su historia frota sus manos como si estuviera nervioso.
A los 10 años aprendió a utilizar una computadora, tiene cuenta en varias redes sociales y quiere estudiar informática.
Además de trabajar e ir a la secundaria, toma un taller de radio como parte del programa delegacional "Préndete con tus derechos"; juega futbol en un torneo los domingos y los sábados estudia en un curso para el examen de la preparatoria. Hace un año, su tío, quien tiene el negocio de los garrafones de agua le pidió que lo ayudara en la repartición y así es como consiguió este trabajo.
"Quiero ayudar a mi familia, y tener mi dinerito aparte para no estarle pidiendo a mis papás". A la semana gana 300 pesos; de los cuales aporta 200 para el gasto de su casa y 100 los utiliza para comprarse el material que le piden en la escuela.
A veces ahorra y se compra ropa. Al principio no sabía cómo cargar los garrafones, los agarraba con las manos y el peso del agua le provocaba que se cansara rápido, hasta que su tío le enseñó que debía "echárselos al lomo". Junto a su tío, va a vender a unidades habitacionales ubicadas dentro de la demarcación; utilizan una camioneta a la que le caben 55 garrafones.
"Antes me daba flojera pararme temprano (los fines de semana), pero después le agarré interés y sí me gustó y también por las tardes me voy con mi tío".
En el taller de radio ha aprendido a "quitarse la pena", porque cuando entró no hablaba ni participaba. A pesar de que emana tranquilidad, Alfredo asegura que le gusta estar activo; dice que cuando tiene tiempo libre se aburre y busca algo qué hacer.