Mensaje. Los sacerdotes tienen la obligación de cumplir con el mensaje del Papa.
Después de la visita del Papa Benedicto XVI, ahora la Iglesia tiene la obligación de renovar su pastoral para darle consuelo a las víctimas de la pobreza y de la violencia, dijo José Guadalupe Galván Galindo, obispo de Torreón.
Monseñor estuvo presente en la visita del Papa Benedicto XVI, "nos dijo que ahora se daba cuenta por qué Juan Pablo II prefería visitar a México. Cuando llegó manifestó cierto cansancio pero su semblante cambio cuando escuchó como lo aclamaban las personas".
Consideró que Benedicto XVI, al igual que Juan Pablo II, se ganó el corazón de los mexicanos porque es el Papa, el Vicario de Cristo, el sucesor de Pedro y representa la autoridad en toda la iglesia.
"En la misa había más de 600 mil personas y el Papa celebró la misa apegado a la liturgia. Sus homilías y discursos partieron de la realidad que estamos sufriendo en México".
El obispo dijo que el Papa dejó un mensaje de esperanza, reconciliación y amor. "Creo que su visita servirá para darle más importancia a la familia y a los valores. La principal preocupación de Benedicto XVI son los niños y jóvenes".
A los sacerdotes y obispos, el Papa les pidió coherencia y fidelidad a su vocación, pero sobre todo anunciar el evangelio de Jesucristo, con nuevos métodos.
"Nos recordó el compromiso que tiene la iglesia en América Latina de promover una nueva evangelización. Este año está dedicado a la fe y es necesario despertarla para levantarnos y seguir caminando, pero hacerlo con entusiasmo y esperanza". Los sacerdotes, dijo, deben seguir las indicaciones del Papa de evangelizar con nuevos métodos y fe renovada.
José Guadalupe Galván Galindo dijo que los laguneros se hicieron presentes en la visita del Papa, pues tanto de la Diócesis de Torreón como la de Gómez Palacio acudieron dos mil personas.
En el caso de Torreón, los sacerdotes Armando Altamira y Sergio Aguirre organizaron viajes a León, Guanajuato, así como diversos grupos juveniles.
"El Papa se fue contentísimo de México y nos deja un mensaje de esperanza y fe, pero sobre todo estar cerca de los pobres y marginados, dar atención a las familias de víctimas, ya sea de desaparecidos, secuestros o violencia, y necesitamos reprogramar nuestra pastoral para que se reflejen en todos los programas diocesanos y así dar respuesta a los nuevos desafíos y retos que nos está exigiendo nuestra gente".