Tu trabajo: ¿tu pasión o tu confort?
Los empleos escasean, es una realidad. Pero eso no necesariamente significa que debemos conformarnos con ‘cualquier cosa’. Quien se resigna o elige trabajar en algo que no le inspira ni apasiona, no sólo carecerá de la satisfacción de crecer -en lo profesional o en otras áreas-, sino que tarde o temprano lamentará las consecuencias.
La situación económica por la que atraviesa el planeta desde hace tres décadas afecta a la economía de las familias. Las empresas de todo el orbe han aplicado medidas de austeridad con objeto de hacerse más rentables, entre ellas la reducción de personal al mínimo posible.
Con ese escenario, para la mayoría hoy más que antes resulta difícil encontrar el empleo soñado, mas eso no quiere decir que el trabajo no pueda ser fuente de plenitud y desarrollo. Aun así, hay quienes lo enfrentan como “un mal necesario”. La visión y decisión sobre este punto son fundamentales para la calidad de vida.
FUENTE DE ENERGÍA
No son pocas las personas que desempeñan un trabajo que les resulta edificante y contribuye a darle un sentido más a sus vidas. Cuando alguien encuentra satisfacción en lo que hace, logra alcanzar una realización plena en el terreno profesional y ello le permite crecer y florecer en esta área de la existencia.
El hecho de que el empleo resulte altamente gratificante para el individuo no implica que su quehacer esté exento de problemas o momentos difíciles. La cuestión radica en que percibe esos obstáculos como retos, metas a alcanzar.
Trabajar exige una intensa inversión de energía no sólo física e intelectual, sino también emocional. Vale decir que durante siglos se ha pensado erróneamente que el ejercicio de la actividad profesional demanda única y exclusivamente de la acción e intervención de las facultades de razonamiento. No obstante, las personas más exitosas en su labor suelen ser aquellas que son asimismo más creativas, sensibles, intuitivas, capaces de darse cuenta de su entorno y que han encontrado el camino propicio para despertar su inteligencia emocional.
En relación con lo anterior, resulta paradójico que aún existan empresas que para reclutar a su personal, sólo evalúen su coeficiente intelectual y habilidades de razonamiento, sin tomar en cuenta la capacidad creativa ni la naturaleza intuitiva, o la facultad para evaluar riesgos. Afortunadamente, esto ya empieza a cambiar al menos en los países del primer mundo.
Y es que se ha comprobado que hoy día un profesionista exitoso lo es más gracias a su capacidad de adaptación, a su resiliencia y su talento para apercibirse de las áreas de oportunidad que le ofrece la toma de ciertas decisiones, así como del riesgo potencial que ello representa.
Un ser humano complacido en lo profesional sin duda verá el reflejo de esto en los demás aspectos de su existencia. Desde luego, es fundamental recordar que el empleo no es el valor único ni el último en la vida: debe mantenerse un sano equilibro entre las distintas áreas que constituyen la totalidad de nuestro desarrollo.
MAL ¿NECESARIO?
Así como hay gente que se siente francamente feliz por desempeñar su labor y acude cada día con entusiasmo a la empresa de la cual forma parte, la vida también nos presenta la otra cara de la moneda. Ahí en donde están los profesionistas que encuentran en su trabajo un alto grado de realización, también hay un sinfín de individuos que viven la experiencia como una condena, una carga. En algunos casos se trata de gente que enfrenta dicha situación por necesidad. En otras es cuestión de elección.
Y es que la necesidad y la pulsión de supervivencia han orillado a incontables profesionales a ejercer actividades que no están en absoluto relacionadas con su formación y cuyo grado o nivel de complejidad es mínimo. La experiencia del sujeto que siente que su talento se desperdicia y sus habilidades y capacidades están subvaluadas, resulta altamente frustrante y como tal, deviene en un sentimiento de futilidad y falta de sentido en lo que se refiere a la posibilidad que tiene de poner en acto sus talentos.
Con frecuencia, quienes se desenvuelven en actividades que les resultan poco gratificantes lo hacen porque ya han agotado todos los recursos posibles a su alcance, sin que hasta el momento hayan podido encontrar una mejor oportunidad. Aun así, es innegable que también abundan los individuos que eligen aceptar y permanecer en un puesto que no les exige reto alguno. No es porque no tengan otras opciones: ni siquiera las buscan, ya que les resulta más cómodo quedarse en esa vacante aunque a menudo se quejen de que no les gusta su trabajo.
En cualquiera de los dos casos, para estas personas (que cada vez suman más) el empleo sólo simboliza la posibilidad de obtener los ingresos necesarios para cubrir los gastos que resultan de las exigencias del diario.
Alfred Adler, uno de los pilares de la teoría psicoanalítica, afirma que el trabajo representa uno de los elementos fundamentales en el desarrollo del potencial humano. Visto desde esta perspectiva, cuando un sujeto no se siente satisfecho en el ejercicio de su actividad profesional, la experiencia puede resultar penosa, desgastante, asfixiante y bien puede transformarse en fuente de alteraciones emocionales y afectivas, mismas que suelen expresarse de muy diferentes formas y con diferente intensidad.
Así, en ocasiones encontramos que quien no ha podido realizarse laboralmente muestra rasgos de irritabilidad frecuente, pereza y poca diligencia al llevar a cabo sus tareas, distracción y dilación en el cumplimiento de sus pendientes o ausentismo en las horas de llegada a la compañía o institución.
En el mismo tenor, cuando el individuo incurre en este tipo de conductas no es difícil ver que detrás de ellas se esconde un deseo inconsciente de que lo despidan, para así no tener que soportar el peso de llevar a cabo tareas que nada aportan a su crecimiento y desarrollo personal. Desde luego, esto genera frustración, estrés y una profunda sensación de inconformidad. Y a corto y largo plazo, se merma la calidad de vida.
LO QUE ELIJO PARA MI VIDA
Las circunstancias actuales nos demandan ser realistas en nuestras expectativas: no podemos esperar que toquen la puerta y nos ofrezcan un empleo “a la medida”. Pero sí debemos aspirar a realizarnos profesionalmente en el área que nos motive a la superación constante.
En dado momento, cualquiera puede verse expuesto a aceptar un trabajo sólo por tener la posibilidad de pagar las cuentas. No obstante, si éste no nos brinda satisfacción ni implica retos para nuestras capacidades, en resumen “no nos llena”, no vale la pena quedarse ahí por la mera comodidad de un sueldo seguro. Se vuelve imperativo reanudar cuanto antes la búsqueda de aquella vacante que nos apasione.
Después de todo el ser humano pasa en promedio ocho horas de cada día trabajando: bien puede interpretarse como la tercera parte de su vida. ¿Por qué permitir que se conviertan en periodos de insatisfacción, cuando pueden representar un tiempo estimulante, que nos haga crecer en lo profesional y lo personal?
Correo-e: Leonor.Dominguez@iberotorreon.edu.mx