Con fe. Los tunecinos confían en alcanzar la democracia.
Un año después del derrocamiento del presidente tunecino Zin el Abidine Ben Ali, que se cumple hoy, los tunecinos encaran el futuro entre la esperanza de seguir avanzando hacia la democratización y el escepticismo de amplios sectores de la sociedad civil ante la clase política. Esta clase política continúa lidiando con la degradada situación económica y social heredada del antiguo régimen.
El actual presidente del país, Moncef Marzuki, describió ayer a Túnez como "una gran construcción" en la que la crisis económica y social suponen "una pesada herencia de la dictadura".
Y es que, a pesar de haber pasado más de un año desde que el descontento social hiciera saltar la chispa de las revueltas que acabaron con Ben Ali y su régimen político, las protestas y huelgas exigiendo mejoras laborales y del nivel de vida en las regiones mineras del centro del país, como Gafsa y Sidi Buzid, no han cesado.
Marzuki, elegido tras las primeras elecciones democráticas celebradas en el país el pasado 23 de octubre, subrayó que el Gobierno está formado por "una coalición dominada por laicos centristas e islamistas moderados" que basa su trabajo en el consenso, el diálogo y la protección de los derechos humanos.