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Un absurdo déjà vu

DIEGO PETERSEN FARAH

 H Ay noticias que nos dejan una extraña sensación de déjà vu, como si eso la lo hubiéramos vivido antes, como si el tiempo no hubiera pasado o estuviéramos leyendo el periódico de hace diez, quince o veinte años. Una de esas noticas es la de la hambruna en la Tarahumara. Los rarámuri ("los de los pies" ligeros o "pies que corren") como se denominan ellos mismos, sólo son noticia cuando hay heladas o sequías. Siempre es la misma nota, las mismas pichicatas solidadridades y el mismo problema ancestral y estructural de la pobreza de los pueblos indígenas.

En los años setenta, en el sexenio de Echeverría, comenzó a aplicarse una serie de políticas públicas tendientes a la protección de los pueblos indígenas. Con la llegada de Salinas y los tecnócratas a finales de los ochenta la política indígena prácticamente se desechó para sustituirla por la entonces de moda política de solidaridad, misma que se ha aplicado hasta la fecha de manera unilateral, contundente y centralista. Un política que podrá sin duda tener cosas positivas, pero que impone a través de una visión borocrática estilos de vida y cultura que nada tienen que ver con los que viven los pueblos indígenas. El programa no se adapta a los beneficiarios, son los beneficiarios los que tienen que adaptarse al programa.

La mejor prueba de que la política indígena de este país no está funcionando es la repetición del problema de la hambruna en la Tarahumara. Pero como ese caso hay decenas todos los años en todo el país. Esfumado Marcos, y con él la rebelión zapatista, el poder y la sociedad dejamos de pensar el problema indígena y regresamos, como si nada hubiera pasado, a la política asistencialista de los años cincuenta y sesenta: juntar víveres y cobijas para mandar a la sierra sin solucionar el problema de fondo.

El problema de las comunidades indígenas no es, como quisiera verlo la burocracia, el incumplimiento de los requisitos de programas sociales: que no mandan a los niños a la escuela, que no asisten a sus citas al sector salud o que se gastan el dinero en Cocas y Gansitos. Todo eso es cierto sin duda, pero la pregunta no es qué sucede sino por qué sucede y sobre todo de dónde viene. El origen de la hambruna de los Tarahumaras no es la sequía sino el despojo de las tierras productivas. A cambios de las tierras de las que fueron despojados hoy el Estado les ofrece una forma de vida que no conocen, que nos les gusta y sobre todo que implica la pérdida de sus valores culturales. Uno de los grandes errores de este país es no entender que su riqueza es la diversidad de sus culturas ancestrales.

No deja de ser absurdo y vergonzante que fuera un twitter, por demás falso, lo que movilizó e hizo visibles a los indígenas en los medios y en las ciudades. En quince días nadie nos volveremos a acordar del tema hasta que dentro de tres, cinco o diez años una nota déjà vu nos recuerde que hay indígenas con hambre, u otro Marcos y otra guerrilla levanten la voz.

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