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Un escultor británico en La Laguna

ANTONIO E. MÉNDEZ VIGATÁ

De todas las esculturas que embellecían los parques y edificios de Torreón, probablemente la que más llamaba mi atención era la del Beethoven que hasta hace poco adornaba la entrada del Instituto Lagunero de Audición y Lenguaje. Ese busto no sólo recreaba fielmente los rasgos del genio inmortal de Bonn, sino que también capturaba de manera extraordinaria la expresividad y carácter que uno asocia con la música y la personalidad de Beethoven. Cuando fui joven, muchas veces en el recorrido de la escuela donde estudié bachillerato a casa de mis padres me detenía a observarla, leía una y otra vez la frase del Dr. Alfonso Garibay ubicada en el pedestal del busto de Beethoven que afirmaba: "La única invalidez que existe es la del alma". Con frecuencia seguía el camino hacia mi hogar meditando sobre esa escultura y las palabras ahí inscritas, sin saber realmente quién había sido su autor, aunque comprendía perfectamente el porqué había una escultura de Beethoven frente a esa escuela. ¡Qué poderosa parecía esa obra!

Luego, años después, recuerdo haber visto muchos bustos que parecían tener esa misma fuerza expresiva, que capturaban la esencia de las personas que habían servido como modelo, en las visitas hechas a las casas de amigos míos y de mis padres alcancé a ver el del licenciado y poeta Salvador Vizcaíno, el de Don Luis Díaz Flores, el de Raymundo de la Cruz López, el del doctor Álvaro Rodríguez Villarreal, todos ellos, a diferencia del Beethoven que era de bronce, hechos con un material cerámico o de yeso, moldeado con las propias manos de su escultor.

Años después, al ir al Teatro Martínez me encontré con otros dos más, que poseían la misma fuerza expresiva de los arriba mencionados, el del pianista Alejandro Vilalta y el de la violinista Mercedes Shade, dos personas que hicieron mucho por la música en La Laguna.

Casi al mismo tiempo tuve la oportunidad de ver el del Dr. Alfonso Garibay y de "rencontrarme" con el de Luis Díaz Flores en el foyer del Teatro Mayrán, hoy Garibay. Fue por ese entonces que supe que el autor de todos esos bustos que habían capturado la esencia de esos laguneros destacados habían sido realizados por la misma persona: Arnold C. Taylor, un súbdito británico que radicó en Torreón en la década de los cincuenta y la primera mitad de los sesenta del siglo pasado. Además de los arriba mencionados existe un hermoso busto de Lincoln, otro de Pilar Rioja, además de uno de Raúl Esparza y otro de la Profra. Antonia García Pérez.

Arnold Campbell Taylor vino a la Laguna para ocupar el puesto de maestro y subdirector del Colegio Americano de Torreón. Su labor en nuestra ciudad no se limitó a la docencia, pues a lo largo de su estadía en nuestra región brindó un buen número de conferencias sobre diversos artistas tales como Miguel Ángel y Rembrandt, así como de composición pictórica; además de dar clases particulares de escultura y pintura. De hecho, durante su permanencia en tierras laguneras empieza a elaborar los bustos de esos personajes que tanto me impactaron, los cuales exhibió en diversas exposiciones, algunas de ellas de manera conjunta con el pintor Raúl Esparza.

Es sorprendente la cantidad de esculturas que realizó aquí y me imagino que muchas de sus obras están en manos de los descendientes de los hombres y mujeres destacados de la región.

Desdichadamente algunas de las que se exhibían públicamente -como es el caso de la de Luis Díaz Flores que se encontraba en el foyer del Teatro Mayrán- han desaparecido. Y tristemente, aquel que tanto me cautivó en mi adolescencia -el de Beethoven- también ha sido víctima de los vándalos que los sustraen para venderlos al kilo.

Torreón va poco a poco perdiendo su patrimonio escultórico y monumental, lo más triste es que junto a éste se va la memoria de los hombres y mujeres que tanto hicieron por forjar la vida cultural de esta ciudad. Con ellos se va parte de nuestro orgullo y muy pronto nuestros hijos únicamente verán, como ya sucede con el de Beethoven, el pedestal vacío sobre el cual antes estuvo una obra de arte.

El rescate de mucha de la obra de Taylor y de la memoria de los grandes laguneros que impulsaron la vida cultural de la región es aún posible, muchas familias atesoran los originales de esos bustos y es factible sacar copias en bronce de ellos que permitirían que en el futuro volviésemos a adornar nuestros parques y avenidas con esas magníficas esculturas.

Me pregunto si el original del Beethoven aún existe, si algún día podrá vaciarse un nuevo ejemplar en bronce, si volveré a tener la oportunidad de pararme frente a él, sentir su energía y releer la inspiradora frase del Dr. Alfonso Garibay. ¿Cómo es posible que los ladrones que nos privaron de ella no se conmovieran ante la escultura y las palabras del doctor? ¿Por qué?... ¿Por qué?

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