He visto cómo el tabaco ha exterminado a mis amigos. La piel del rostro amarillenta, opaca, carente de brillo. Las cuerdas vocales bajo los efectos del humo, recuerdan un tambor cuyo cuero ya no responde a las exigencias del buen tono. Se oye desgastada, casi sin matices, floja y sibilante. Hay una especie de estertor anticipado que adelanta que algo no anda bien. Los bronquios producen un silbido característico de una olla cuya tapa está tupida de tanto uso. Los médicos ponen su estetoscopio en sus espaldas y escuchan. El oxígeno no circula a los lóbulos inferiores. Hay enfisema, deje de fumar apunta. Usted no oye o hace que no escucha, como si los oídos estuvieran tapados con el cerumen. No hay mayor sordo que el que no quiere oír. Y sigue usted aspirando el humo de su cigarrillo. Nada ni nadie lo detendrá, usted está empecinado en seguir con su vicio. Camina unos cuantos pasos y debe detenerse porque sus pulmones son dos sacos inapaces de proporcionarle la energía que requiere su organismo.
Leí la nota y me alegré. Decía que la Corte Suprema de Australia aprobó la ley más dura que se haya dictado jamás contra el uso del tabaco. En los empaques no podrán dice la ley, no podrán verse logotipos de tabacaleras sino sólo imágenes de bocas afectadas por el cáncer, ojos ciegos y niños enfermos. Las firmas tabacaleras mundiales expresaron su preocupación de que se siente un precedente global con potencial de mermar miles de millones de dólares al valor de sus marcas. Aducen que la aplicación de la ley infringe los derechos de propiedad intelectual y devalúan las marcas registradas. Luego en un argumento tirado de los cabellos dicen que el gobierno podría beneficiarse injustamente al utilizar las envolturas como promoción de su propio mensaje sin indemnizar a las tabacaleras. Lo que pretenden ignorar los fabricantes que la ley es dura, pero es la ley. El latinajo dice: Dura lex sed lex.
Esta es una victoria para todas las familias que han perdido a alguien con motivo de una enfermedad relacionada con el tabaco. Para quienes están en este caso, la ley es para ustedes. agregando: "Cuando un fumador saque su paquete de cigarrillos, éste ya no será un anuncio movil". Por lo dicho hasta aquí parecería que el resultado será espectacular, mas no se crea que millones de fumadores en el mundo dejarán de hacerlo, el fumar es un placer, brutal, sensual, dice la letra de una melodía, La medida alcanzará a jalar a muchos, pero no a la totalidad. Después de todo, es un vicio. Erradicarlo les va sudar la frente a los ambientalistas. Veo a mis compañeros salirse del café al aire libre, para poder fumar. En un restaurante del centro de esta ciudad no ha mucho se dio un incidente cuando un empedernido fumador sacó su cajetilla y muy quitado de la pena encendió su pitillo y a arrojar espesas nubes a los demás comensales.
Mi amigo es un hombre sobrio, respetuoso, mesurado, sensato, medido, prudente, serio y juicioso, mientras no se metan con su modo de ensuciarse sus vías respiratorias. Fui testigo de un enfrentamiento verbal de un joven que estaba en una mesa cercana que se levantó de su asiento para rogarle que se saliera a fumar al exterior. No obtuvo éxito y mejor fue aquel joven quien se retiró. Y es que pasa una cosa: el fumador en su delirio no permite que nadie le llame la atención, tal es el poder de seducción del tabaco. El que fuma sabe del daño físico que le puede traer el humo y sin embargo es capaz de defender su derecho, olvidándose que termina donde empieza el derecho de los demás, En fin, fumará el género humano, mientras haya un ápice de aire en sus pulmones, en invierno, en otoño, en primavera y en verano. La filosofía que esgrime mi amigo, es que tarde o temprano de algo se ha de morir.